Su manita gordezuela coge un papelito y, al abrirlo, todo son pucheros. Alarga de nuevo la mano y, otra vez la barbilla temblorosa, arranca a llorar desconsolado. A su alrededor los adultos y su hermano intentan averiguar qué puede haberle hecho pasar de la risa descontrolada a ese mar de llanto. La madre lo abraza y acerca la boca a su oído: '¿Qué pasa, Martín?'. Y entonces, una lágrima perfecta enredada aún en sus pestañas, contesta bajito: 'Yo quiero que me salga el tito de compadre'. Un pase mágico, de nuevo un revuelo de papeles y Martín enseña, con su inocente sonrisa, el papelito donde unas letras infantiles forman la palabra 'tito'. Y así, tito y sobrino, sustituyendo la sangre por el cariño desbocado, se convierten en compadres en un jueves de febrero. Compadres para siempre. Allí donde él esté. Imagen: fotografía familiar. 1999