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Mostrando entradas de diciembre, 2015

Con palabras prestadas

" Para que yo me llame Ángel González, para que mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo: hombres de todo el mar y toda tierra, fértiles vientres de mujer, y cuerpos y más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro cuerpo nuevo. Solsticios y equinoccios alumbraron con su cambiante luz, su vario cielo, el viaje milenario de mi carne trepando por los siglos y los huesos. De su pasaje lento y doloroso de su huida hasta el fin, sobreviviendo naufragios, aferrándose al último suspiro de los muertos, yo no soy más que el resultado, el fruto, lo que queda, podrido, entre los restos; esto que veis aquí, tan sólo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio. El éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento..." He tomado palabras prestadas porque nadie mejor que  Ángel González  supo decir lo que yo quiero decir desde

Queridos Reyes Magos...

Queridos Reyes Magos: Este año he sido muy mala. He pensando más en mí; incluso antes que en otros. He elegido en qué invertir mi ocio y, a veces, lo he antepuesto a mis obligaciones. Me he dado caprichos porque sí, porque yo lo valgo. He salido con mis amigos y he hecho planes para salir más. He aceptado todo lo que la vida ha traído hasta mí y he disfrutado de ello. He dejado que mi cabecita loca desconecte el centrifugado y conecte la pasión. He guardado distancia con lo tóxico sin sentirme mal por ello. He empezado a aprender a diferenciar culpabilidad de responsabilidad y a marcar límites. Me he consentido el amor sin miedos y el placer sin castigos. He soltado amarras, lastre, peso... He sido tan mala que ya no espero que me traigáis nada. Ya lo he cogido yo. Vuestra siempre. Besos. Imagen: Fotografía familiar. Yo, con el rey Gaspar. Barcelona. Años 60.

Reconciliada con el amanecer

¿Cuántos amaneceres has visto en tu vida? Hay quien contestará que miles y hay quien dirá que puede recordarlos casi todos. Yo era de atardeceres. Cuando el día acababa sentía que la noche me daba oportunidades que el día me negó. El momento de la reflexión, del descanso, de parar la vorágine cotidiana y escuchar al corazón... Cuando fumaba, un cigarro; cuando era joven, una llamada de teléfono largamente esperada; cuando era estudiante, el momento de la recapitulación y el repaso; cuando estaba triste, el momento de llorar; cuando era feliz, el momento de la música...  Los amaneceres solo eran felices cuando te habían sorprendido en la fiesta, en la amistad o en el amor. Despertarse con las claras del día era un castigo y una prueba de difícil superación. Luego llegaron los amaneceres con un bebé en brazos, cálidos pesos enganchados a nuestro pecho que le daba la vida. Una manita leve posada en nuestra piel. A través del cristal todo se teñía de la luz de la actividad. Desp

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En lo alto, un ángel.  Mi padre le había hecho un agujero al portal de

Pantano de Iznájar

Pantano de Iznájar. Si bajo sus aguas se sepultaron vidas enteras, risas y carreras de niños, bailes de mocitos, consejos de viejos... hoy su presencia nos da seña de identidad. Aparece al salir de una curva. El monstruo. Conteniendo las aguas, dominándolas como un Moisés de cemento, dando vida, abriéndose rugiente, formando arco iris inabarcables, atronando con su furia y también con su silencio. Aparco en los pinos y camino bajo la luz del ocaso. El vértigo apenas me deja asomar la cabeza por encima de la baranda; los aviones y golondrinas se lanzan en un vuelo imposible, refrenado en el instante en que los creemos estrellados. Trayectorias de bailarines aéreos. Allá abajo, a mi derecha, solo la imaginación puede recrear lo que fueron las huertas de mi familia. Adelanto las manos hacia el vacío. Un pedazo de sol entre mis dedos me estremece la piel. El aire es cálido; la luz es leve; la tierra y el cielo me llenan los ojos. El pueblo, el río, la sierra, las luces donde otra