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Mostrando entradas de abril, 2016

Inventario de lugares propicios al amor

Esta semana hemos tenido comidilla: en las redes sociales, en la tele, en los grupos de whatsapp, en las tertulias con amigos y compañeros...: la pareja que, este pasado sábado, tuvo una urgencia y decidió consumar en la estación de metro de Liceu, en Barcelona. Los comentarios, variopintos, iban desde lo más vulgar a lo más metafísico. Que si qué asquito luego sentarse ahí, que si dónde acaba la libertad de unos y empieza la de otros, que si dónde vamos a ir a parar, que qué hacía la gente mirando y sin actuar (??)... TMB se lava las manos -'nadie pulsó el botón de alarma' (???)-. Los mossos, también -'no hay denuncia'-. Y los espectadores del andén (que fueron muchos aunque en la imagen no se recoja) supongo que tendrán sus propias explicaciones sobre su indiferencia, su apatía, su sorpresa, su vergüenza ajena. Yo, que soy romántica por naturaleza (aunque esas luces, esa gente, esos calcetines puestos, esa ropa tirada en el suelo del andén no ayuden) le ofrezc

En los días más largos y tristes del invierno...

En los días más largos y tristes del invierno, cuando la primavera era solo una palabra, dibujaba tu perfil en el cristal de la ventana. Una subida, una bajada, un largo llano, una abrupta caída y, siempre, allá en lo alto, un sol de largos rayos. Afuera llueve y hace frío pero el cristal reluce y mi dedo infantil es un pincel de sueños; la imagen empañada eres tú misma, no hay tiempo ni distancia. Soy poderosa y te traigo a esta casa tan fría, a esta tierra tan otra, a esta vida tan tibia. Soy poderosa y, en cerrando los ojos, la piel se hace verano y tú, tan maternal, tan mía, me soplas al oído promesas de alegría. La batalla del tiempo la acabaré perdiendo. Y cerraré mi vida quizá una primavera, quizá un lluvioso otoño. Evocaré personas y momentos de dicha. Evocaré tu sombra. Y moveré en silencio los dedos en mi pecho: una subida, una bajada, un largo llano, una abrupta caída y, siempre, allá en lo alto, un sol de largos rayos. Imagen: fotografía

Querida Ana Mari

Querida Ana Mari: ¿Qué haces con esas mangas, ese vaquero, ese calzado... bajo el furibundo calor de agosto? Ni siquiera el frescor del Torbiscal debe estar aliviándote. ¡Ah, ya lo veo! No te gusta mostrarte en ese -tú no sabes que lo es- esplendor juvenil. Te ves poquita cosa, tan delgada, casi invisible entre tus amigas; más mujeres, más hechas, llevándote (permíteme la broma), nunca mejor dicho, la delantera. ¿Y qué escondes a tu espalda? ¡Ah, ya está! El sombrero que te pidieron que te quitases para la foto. El que oculta tu cara de niña buena, dos o tres granitos que se te hacen montaña y unas cejas recién depiladas por vecinas muy dispuestas que te han dicho que es de lo mejor para parecer mayor. Te han pedido que sonrías y apenas lo haces. Es curioso, tantos motivos para la risa y tanta timidez para mostrarla. Aún han de pasar muchos años antes de que, ante el objetivo del fotógrafo, te muestres espontánea y feliz. Feliz a pesar de que la vida ya no te dé tantas oport

No sé qué es de mi oreja sin tu acento

Pido prestado este verso preciso y precioso a Miguel Hernández para hablar de las voces. Tenemos por costumbre alabar los ojos, las miradas, el gesto, el roce, los labios... Y allí, en la distancia, olvidadas, dejamos las voces. Yo, que tengo un pésimo oído para la música, aprecio sin embargo los tonos, los matices, los acentos, las cadencias que quiero... Yo, que soy gritona por naturaleza y por deformación profesional, valoro el susurro, el silencio, la voz calmada... Una voz amiga, una voz amada, nos devuelve a la vida si estamos cayendo. El acento inconfundible de alguien que nos quiere, nos respeta, nos comprende, nos salva de lo oscuro. Creemos a veces, incluso, oír a alguien que ya no está entre nosotros y eso nos reconforta. En cambio, cuando queremos recordar una voz que ya se nos fue y somos incapaces sentimos que estamos perdiendo parte de nuestra historia y de nuestra vida. Las voces, las grandes olvidadas, nos han dado placeres infinitos: llamamos al nov

Recetas de fácil prescripción y difícil administración

No dar más oportunidades que las merecidas. Quererse por encima de los juicios ajenos. No tropezar dos veces con la misma piedra. No perder el tiempo odiando cuando puedes querer. Valorar los hechos y no las promesas. Acordarte de lo malo para prevenir y de lo bueno para agradecer. No dejar que crezca la hierba en el camino de la amistad. Confiar en la intuición y en lo que el corazón dicta. Alejarte de las personas tóxicas. Cultivar el trato con la buena gente. No perdonar tanto que te traten de tonta. Dejar ir a quien quiera alejarse. Amar sin medida solo a quien lo agradece. Saber separar el grano de la paja. Llorar, secarse las lágrimas y tirar adelante. Olvidar los problemas que no tengan solución y remangarte ante los que la tengan. Y repetir como un mantra "esto también pasará".