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Mostrando entradas de septiembre, 2014

Domingo y lluvia y melancolía

Domingo y lluvia se conjugan para traernos la melancolía. Es la melancolía definida asépticamente el sentimiento de tristeza sin causa definida. Pero hay cosas que no caben en los diccionarios ni admiten más definición que la que asalta al corazón. Y así, la melancolía que nos sobreviene en este domingo de lluvia es una persona que nos falta, una persona que nos sobra, un domingo de sol de nuestra infancia, un beso que nos dieron, un beso que negamos, un abrazo sin causa, lo que tuvimos y perdimos, lo que nunca tuvimos, la mano que nos acarició, el amigo perdido, la conversación pospuesta, la ilusión frustrada, la sonrisa más triste, la lágrima más alegre, la canción que nos conmovió, el libro que nos iluminó, la palabra omitida, la palabra lanzada, los sueños, la fatiga, el desasosiego, el cansancio, la pena, el anhelo, la aflicción, la derrota inesperada, el éxito invisible, la impotencia, la luz que se apaga, la vida que se tuerce... Y sigue lloviendo. Y el domingo transit

No todo es telebasura

La televisión tiene muuuuuy mala fama. Y la verdad es que, en ocasiones, muy merecida. Ponerla a la hora de la siesta o en el horario estrella de la noche nos depara, a menudo, sorpresas desagradables. Y, sin embargo, sigue siendo una de las actividades a las que se dedican más horas del día. El derrumbamiento físico -y a menudo psicológico- que nos ataca cuando acabamos con nuestras responsabilidades cotidianas -o cuando hacemos un alto en el camino- nos conduce a una actividad que requiere poco o ningún esfuerzo. A veces, después de haber saltado de programa en programa y haber visto fauna desquiciada, gritos, reporteros que anuncian como exclusivas las noticias más peregrinas, culebrones previsibles... nos indignamos con la tele y con quienes la programan. Aunque deberíamos indignarnos con nosotros mismos pero, claro, eso es más difícil porque a nosotros nos queremos bastante más que a los directivos televisivos. No obstante, hay que romper una lanza en favor de la televisi

Si yo tuviera una escoba...

Las mezquindades cotidianas. Esos pequeños arañazos en el corazón que lo dejan mortalmente herido. Las traiciones cercanas; las de los que nos importan. El orgullo, que ensancha las brechas y quema las naves del acercamiento. Las humillaciones públicas o privadas que menoscaban nuestro amor propio y nos empequeñecen. Las decepciones que, poco a poco, nos instalan en el cinismo y la tristeza. La ansiedad ante el futuro y el dolor por el pasado. La culpabilidad, un sentimiento estéril y paralizante, que nos hace cobardes. La tristeza por quien no lo merece. Porque no nos deja levantar el corazón. Las preocupaciones que tienen remedio. Las preocupaciones que no lo tienen. El esfuerzo por causas perdidas que nos agota y nos desangra. Los perdones no pedidos. La rigidez de pensamiento y el desprecio al diferente. Las esperanzas sin fundamento que te devuelven a los pozos oscuros. La desolación de la enfermedad y de la muerte. Los terribles trances que en la vida