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Mostrando entradas de noviembre 5, 2016

Los hombres del campo

Nacen los hombres del campo con los ojos en la cara. Ni la teoría de la evolución ha podido explicar este terrible fallo de la naturaleza pues su mirada solo tiene camino hacia los cielos. Acostumbran a su nuca los hombres del campo a torcerse hacia arriba -la gorra, el sombrero de palma, la mascota en difícil equilibrio vertical- pues la herencia, obstinada, insiste en negarles aquello que más necesitan. Escrutan los hombres del campo las nubes. Conocen sus formas y el color que las tiñe: les gustan grávidas, preñadas, con paso indolente y cansado; les gustan demorándose entre las sierras, escogiendo perezosas las tierras agraciadas con su fértil lotería. Los hombres del campo nacen sencillos y por eso, una nube oscura, arrastrándose, y el polvo salpicado del camino les alegran los días. Son capaces los hombres del campo de oler el agua. El vientecillo que se mece entre los olivos es tema de tertulia y de casino: huele a chubasco, a llovizna, a chispeo, a aguac