"A menudo los hijos se nos parecen..." canta el poeta. O eso quisiéramos. Y buscamos en su boquita, en sus gestos, en sus andares... rastros de nosotros o de los que nos precedieron y a quienes dicen que nos parecemos. Así, desde que naciste, Martín querido, busco en ti, y hallo, la inmortalidad, la certeza de haberle ganado la partida al destino, el triunfo de saberme otro y la misma. Y celebro cada día de tenerte a mi lado aunque ya no caminemos al compás por el mismo camino, siempre teniéndote a la vista. Hoy, a veintisiete años de tu nacimiento, rebusco entre tantos álbumes y me sorprendo de ser capaz de recordar momentos con la misma intensidad como cuando sucedieron o, por el contrario, de toparme con una imagen de días olvidados. Tenemos muchas fotografías juntos: de besos, de abrazos, de comidas, de juegos... Sin embargo, aquellas en las que encierras tu mano en la mía, como en esta, son las que más me gustan. Porque son la esencia de la maternidad: una mano que aco
Viajamos en una nave que completa hoy su trayecto alrededor del sol, cerrando así un ciclo de vida. Cuando lleguen las doce y las campanadas den fe del cambio de año, entre los gestos rituales de las uvas, el cava y las sonrisas, hemos de sacar unos segundos para pedir deseos para nosotros y para aquellos que apreciamos y que pueblan nuestro mundo. Es difícil elegir algo de entre todo lo que nos falta o de entre todo lo que se tiene y se quiere conservar. Solemos resumirlo precipitadamente en salud y que el año que se inicia sea mejor que el anterior. Algunos se aventuran a pedir que se cumpla un sueño que llevan largo tiempo acariciando. Los más conformistas piden quedarse como están. Los perezosos hacen suyos los deseos comunes y piden paz y alegría en el mundo, como si eso no dependiera de que se cumplan miles de anhelos previos. Hay quien esconde deseos, demasiado arriesgados para nombrarlos, y espera que se cumplan mágicamente solo por no decirlos en voz alta. Esperan que este qu