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Mostrando entradas de enero, 2015

La noche infinita

El dolor que atenaza de madrugada no es comparable a ninguno. Nos sentimos solos oyendo los sonidos inquietantes de la noche. La respiración acompasada de los que duermen nos desasosiega. Quisiéramos estar con ellos en ese mundo reparador del sueño. En el olvido. El reloj, que hace tiempo dejó de hacer tic-tac, recupera su sonido machacón. Nos previene de la llegada del amanecer y se convierte en una amenaza. Avanzan las horas y el dolor es lo único que sentimos nuestro. La noche se ha hecho para el sueño, para el baile, para el amor, para la amistad... La noche se ha hecho para el llanto, para el remordimiento, para la reflexión... La noche se ha hecho para la melancolía, para la ternura... En la noche se arropa a nuestros hijos y se besa a nuestro amante. En la noche se enciende una luz que ilumina el problema diurno. En la noche se espera y se desespera. Pero el rey de la noche es el dolor. Cuando él está marca los tiempos, es la medida. El jefe. Nos vuelve niños. El su

Abuso de poder

Hay gente que abusa de su poder. Suele ser gente con poder pequeñito. Un poder de andar por casa, doméstico. Nada importante. Pero abusan de él. Y abusan porque pueden y porque quieren. Porque consiguen sus objetivos, que acostumbran a ser mezquinos, o porque afianzan una autoestima que, presumo, tienen seriamente tocada. Algunos detentan un poder vociferante y otros un poder sibilino. Hay quien cree tener mano izquierda y solo tiene la evidencia de lo que es pegada como se nos pega la sombra. Los manuales de autoayuda y los héroes de salón nos dicen que debemos rebelarnos contra ellos. Que los abusones deben ser puestos en evidencia,  avergonzados, deben ser sacados al centro iluminado para que el escarnio caiga sobre ellos y consiga vencerlos. Pero en el manual del valiente no encontramos qué hacer cuando la lista de lo que nos jugamos es larga y, echando cuentas, no nos merece la pena arriesgar para que un triste sea desenmascarado. Y así, los abusones salen siempre ganan