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Mostrando entradas de febrero, 2016

En defensa de las faltas

Me duele en el alma, como 'profe' que soy, leer un texto con faltas de ortografía. Esas haches absolutamente independientes que hieren a la vista, esas comas que separan sin piedad sujetos y predicados, esos acentos que transforman a la difunta de pérdida en perdida sin que nadie repare su honor... Libro cada día mil batallas entre adolescentes que -por indiferencia, por desidia, por falta de interés, por terquedad, por mil motivos incontables- atacan las normas y convierten la lectura de un texto en una travesía que me deja exhausta. Y sin embargo, esta entrada no es para quejarme por eso. No es para hacer un llamamiento a la necesidad de preservar la unidad de la lengua. No es un impulso repelente de decir lo ya dicho mil veces en mil foros. Esta entrada es para defender las faltas de ortografía. Para defender las faltas de ortografía de quienes se perdieron mil y una lecciones mientras recogían aceitunas. Las de quienes juntaron las primeras letras en una escuela n

De España para los españoles

Hace solo unos pocos años, los tiempos de la emigración española nos parecían tan lejanos como los candiles de aceite. Un país próspero -pugnando por entrar en el G-20 y poniendo los pies encima de la mesa del amo del mundo- estaba muy lejos de sospechar que, más pronto que tarde, tendría que mandar de nuevo lo mejor de sus casas a ganarse la vida en Alemania, Bélgica, Inglaterra... donde hiciera falta. Pero, como dice la canción, la vida te da sorpresas, y hete aquí que llegaron las vacas flacas y aparecieron de nuevo las maletas, los trenes, los aeropuertos, las despedidas, las tristezas y las familias divididas. Sirva esta entrada para homenajear a los que tuvieron -tuvimos- que dejar nuestra tierra y los nuestros y a los que hoy en día deben volver a hacerlo. L legaba a casa algo después de las seis de la tarde . Ya de noche cerrada en invierno. La madre estaba en la cocina. Había dejado por un momento el trabajo -las bobinas de cobre para los televisores de la época- par

Cosas que amargan los días.

Un mensaje que no obtiene la respuesta esperada. Saber que las cosas terminan, así queramos o no. Palabras que se dicen a destiempo. Silencios que se lanzan a destiempo. Gestos que no se entienden. Las primeras hojas coloreadas por el otoño. Un día en el que sol se nos niega. La soledad impuesta. Amigos que se desvanecen y presencias que se imponen. Las canas, las arrugas, el peso de los años. La infancia tan lejana y el fin tan cerca. Tomar las decisiones equivocadas. Posponer los deseos. Temer los cambios. Renunciar a ilusiones. Cargar con culpas. Las lágrimas que no puedes evitar y las sonrisas que se hielan. Los inviernos furtivos que atacan en abril. Las despedidas, siempre. Los adioses, a cualquiera. Los borrones en el libro de nuestra vida. Tachar días vacíos. Esperar lo que se sabe imposible. Olvidar cómo sonaba una voz querida. Repasar álbumes llenos de muertos. Ir y no volver. Regresar y no quedarse. Permanecer sin querer. Cambiar sin ánimo. Los dese

Un poema

Si quiero ser poeta debo empezar sin miedo. Y para ello he de expulsar de mis escritos aquellas palabras tan manidas, repetidas, usadas... que resuenan y pueblan los poemas del mundo. Empecemos limpiando de los versos al amor, amante, pasión y celos. Besos tampoco. Ni abrazos, ni caricias. Todas las partes del cuerpo están de más: ojos, boca, pecho, manos, corazón, lengua, cuello, pelo, espalda, piel. Lo intangible va fuera: alma, libertad, belleza, amistad, esperanza, soledad, fracaso, duda, tristeza, alegría. Fuera también sonidos y silencio. Susurro. Gemido. Lamento. Grito. Canto. Se han de ir también lágrimas, llanto, risa, sonrisa, mirada. Cualquier palabra que inflame y arrebate: revolución, pueblo, justicia, paz, guerra, compañero, batalla, derrota, muerte, vida. No podemos dejar el ocaso, la tarde, el alba ni el amanecer. Paisaje, monte, río, llano, mar, ola, colina, árbol, horizonte, camino, bosque, lago, arroyo ni sendero. No recurramos al viento, la luz, el