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Mostrando entradas de septiembre 30, 2013

La vida acelerada

Con cada final de verano siento que la vida se acelera. La luz de septiembre me pone tan melancólica que añoro todos y cada uno de los veranos de mi vida. Incluso aquellos que creí tiempos oscuros. Los de la niñez son tan luminosos... Sin aristas, sin sombras. Pura alegría. Acabar la escuela, viajar al pueblo, dormir hasta tarde, pasar los días con un bañador y unas chanclas; las albercas, los descubrimientos como la procesión de hormigas cargando con el trigo o el misterio de las centralitas telefónicas o las gallinas que se quedan inmóviles cuando las ponen bocabajo. Dar un estirón y seguir pesando lo mismo. Que te den besos de pueblo, que suenan y resuenan. Disfrutar allí donde los adultos sufren: en la parada eterna de un tren, en la aglomeración de la playa, con las visitas, haciendo maletas... Creer que todos los veranos serán iguales. Que reirás con las mismas ganas y con las mismas gentes. Que podrás decir lo que hoy no has dicho o podrás hacer aquello a lo que hoy