Hoy se cumple la cuarentena de la excepción. Cuarenta días desde el primero en el cual ya no pude salir a trabajar con normalidad como un viernes cualquiera. En estos cuarenta días ha habido de todo: momentos de mucha esperanza y de mucha desolación. La pena terrible de ver acumularse las muertes y los contagios y el optimismo de haber llegado, quizá, a ese punto en el cual las cosas solo pueden mejorar. Ha habido días de sol, radiantes, que tiraban de nuestra alma hacia la calle y días, como los tres que llevamos, en los que la lluvia solo hace que remachar un poquito más este clavo de dolor. A las noticias ya no les hacemos mucho caso. A los vaivenes gubernamentales, menos. A los expertos que salen de debajo de las piedras donde estaban escondidos hace dos meses, menos todavía. Como mucho, nos centramos en la novedad más extravagante y esta es ahora la salida de los niños. Que van a salir el lunes que viene. Primero, iban a salir a dar vueltas a la man...