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Mostrando entradas de octubre, 2013

¿Qué queda de ti en ti?

La ves sentada en el pretil del puente, o cerca de las vías, o en un banco, o en el tranquillo de su casa... ¿qué tienes en común con ella? Si pudieras sentarte a su lado y entablar conversación, ¿qué le dirías? ¿Podría entender tu vida de ahora, aceptar lo que piensas? ¿Entendería tus renuncias o tú entenderías sus sueños? De todas las cosas falsas que se dicen para llenar silencios una de las más falsas es esa de que en nosotros siguen viviendo los niños que fuimos. Esos niños y adolescentes y jóvenes se van para no volver. Se diluyen en los pequeños fracasos cotidianos. Se convierten en sombras en los incendios del corazón. Se ausentan en las mezquindades que haces y te hacen. Desaparecen en pequeños trozos con aquellos que marchan para siempre. Yo suelo pensar en ella. En la que fui y ya no soy. La añoro porque era idealista y optimista. La recuerdo llena de planes y de ideas. Con un mundo personal rico y extenso. Inmersa en el entorno adulto por ser hija única. Sin tiem

Echar agua en una canasta

Las frases hechas son un patrimonio del lenguaje. Pequeños tesoros que dejamos caer en nuestra conversación para que el buen entendedor los recoja. Las usamos y hacemos que nuestro discurso se llene de imágenes, de metáforas, de poesía... por muy árido que sea el tema o muy cotidiano el contexto. La frase que titula esta entrada es una joya. Aunque nunca se haya oído antes, cuando la decimos, nuestro interlocutor -a menos que sea un lerdo total- puede captar no solo qué queremos decir sino cómo nos sentimos para tener que decirlo. Sabrá que nuestro empeño nos parece vano, que nuestros esfuerzos nos parecen inútiles. Sabrá que estamos cansados, hastiados, rendidos, hartos, derrotados... Una joya del lenguaje con un sentido duro, doloroso. Cerramos los ojos y vemos al hombre -o a la mujer-  cuyo destino es llenar esa canasta. Echar agua y agua y agua aunque sabe que se cuela entre los mimbres y de ella no queda mas que la humedad que podrá pudrirla, pero nunca llenarla. En

Instancia al flautista de Alhendín

La abajo firmante, en plenas facultades mentales y en plenas turbulencias independentistas de un lado y de unióntradicionalista de otro, EXPONE: - Que soy una andaluza de pro -en la distancia, que no en el olvido- - Que me emociona el flamenco en todos sus palos y que el cante y el baile me remueven no se sabe qué. - Que se me saltan las lagrimitas cuando veo un paisaje de olivos. - Que me gustan las casas encaladas, las macetas, las rejas y los mantones en los balcones. - Que me muero por los boquerones, las tapitas, la charla tranquila en un velador. - Que tengo una enciclopedia de Andalucía. - Que sigo en facebook yonoeleginacerenandaluciasimplementetuvesuerte y páginas similares. - Que recuerdo en mi blog demipasadovengo al Sevillano, al habla andaluza, a las eras, a los emigrantes, a las gentes de mi pueblo, a sus anécdotas, a los bares, a las formas de vivir, a los sitios, los olores, los lugares que me hicieron ser como soy. - Que llevé todos y cada uno de los veran

"Nadé a través del océano y me ahogué en la orilla"

¿Conocéis a Jorge Valdano ? Esta es la historia de su frase: en 1990 el seleccionador nacional argentino, Bilardo, lo convoca para el mundial de Italia -a un jugador con casi 35 años- y se entrena durante va rios meses para ser, en el último momento, desvinculado del equipo. Regio, como dicen los argentinos, solo comenta : "Nadé a través del océano y me ahogué en la orilla". Solo un filósofo de lo cotidiano, un pensador de lo corriente, un sabio de lo común, un genio de lo ordinario, un poeta de lo frecuente podría decirlo tan bien y tan bello. Así se siente quien ha puesto el corazón y la cabeza en proyectos de futuro que finalmente se diluyen entre los obstáculos que van saliendo al paso. Nada fue demasiado grande ni demasiado costoso mientras se nadaba con esfuerzo y con la esperanza intacta. La meta al alcance de la mano; la orilla a la vista. Ningún estorbo desanimaba porque cada brazada parecía acercar al objetivo que guiaba los días y los afanes. Las promesas

Vidas que nunca viviré: bailaora misteriosa en el Sacromonte

Bailaría en un tablao de una de las más escondidas calles. Cuando los últimos visitantes abandonaran sus sillas apartaría la cortina y la vida se concentraría en mis brazos y en mis manos y en mis caderas. A veces llegarían hombres de negro, con gafas negras, con negras intenciones y mirarían por todos lados y hablarían con su solapa y darían el visto bueno. Y después entraría alguien importante que querría acabar la noche a mi lado. Pero yo desaparecería con el alba, después de desgarrar el aire con mi falda. Sin explicaciones. Sin ataduras. Muchas cosas se dirían de mí. Pero nunca delante de mí. Ni los cantaores, ni los guitarristas que me acompañaban en las negras noches se atreverían a contar lo que oyen. Unos dirían que por respeto. Otros sabrían que por miedo. A una mujer con una navaja en la liga no es bueno tenerla en contra. Con las monjitas del convento de la Merced se estaría criando un niño con mis ojos pero con el pelo rubio como el sol. Le habrán dicho que su

Segundas -o primeras- oportunidades

La Papiola, sábado, mercadillo de ¿¿¿antigüedades??? Nos damos un paseo entre los puestos. Unos son mesas bien colocaditas. Otros, sábanas extendidas en el suelo. Paseamos relajados -el fin de semana casi entero por delante, el sol cálido después de las tormentas, gente querida- y vamos señalando aquellos objetos que nos llaman la atención. Hay muñecas a las que a duras penas les quedan cuatro pelos, radiocassettes, enciclopedias de los años 70, baldosas desparejadas, ropa usada, tornillos, volantes, cuadros de estaño repujado, Cristos sangrantes, calculadoras que convierten a euros, bocinas de automóviles, calabazas Ruperta, tazas sin plato y platos sin taza, postales amarillentas, discos de vinilo, teléfonos móviles de un quilo de peso, recuerdos de pueblos y ciudades en forma de farolillos, jarritos, dedales, llaveros... Hay montones de cosas a 0,50. Otras, a euro. Las que podrían -con generosidad- restaurarse y colocarse en algún rincón discreto personalizan su pre

¿Amigos?

Ante un auditorio de alumnos soñolientos y aburridos llegamos a la morfología. Un sustantivo es una palabra que nombra a seres, objetos e ideas abstractas. Aunque parezca mentira, mejor detenerse ante "ideas abstractas"; nunca está de más dejar las cosas claras. Si mostramos a cualquier persona de nuestro entorno, sin distinción de edad ni de sexo ni de situación económica, la imagen de un lápiz reconocerá, sin dudarlo, que es un lápiz -un objeto- pero no hay una imagen que represente, de manera inequívoca, una idea abstracta. Si quiero representar la palabra amistad me va a ser difícil que aquel a quien le muestre una imagen que para mí la represente coincida en nombrarla como yo. Puedo enseñar un abrazo, dos manos entrelazadas, dos personas sentadas a una mesa tomando café, un grupo de personas observando el mar, jóvenes que se ríen en la calle, tres abuelas tricotando juntas, alguien que llora con alguien posando su mano en el hombro... Ante todas esas imágenes, qu