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Mostrando entradas de septiembre 4, 2016

Pueblos

Hace muchos años, en los tiempos de Coros y Danzas y las adhesiones inquebrantables, le dieron a mi pueblo un premio por la belleza y limpieza de sus calles. La noticia salió en algún periódico de la provincia y mis abuelos, conscientes de cuánto extrañábamos lo nuestro en la distancia, nos la mandaron a Hospitalet. El recorte revoloteó, amarilleando como era de rigor, de cajón en cajón por mi casa hasta que, en una de aquellas mágicas piruetas que hacen las cosas que amamos, desapareció sin saber cómo. Yo lo sacaba a menudo y pasaba mis dedos y mis ojos infantiles por imágenes de calles impolutas, de casas encaladas, de tiestos con geranios reventones, de empedrados reluciendo al sol... Era un pueblo ideal, quizá tan de cartón piedra como los decorados de Bienvenido, mister Marshall , pero cuando el taxi entraba por los Barrancones en veranos luminosos, se transformaba en el pueblo real, lleno de vecinas hacendosas barriendo aceras, al que yo amaba regresar. Yo evoco a menudo