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Mostrando entradas de marzo, 2016

Mi ciudad

Me he levantado temprano pero, aún así, el cielo ya estaba teñido de colores. El sol se levanta entre terrazas y antenas. No descubre en su salida montes ni ríos; playas ni campos. No ilumina senderos ni bosques. No señala el camino de solitarios paseantes. Enciende el asfalto. Acompaña el ajetreo y el ruido. Sorprende el trabajo, el bullicio y la prisa. En la esquina del mercado, en el andén del metro, en cualquiera de sus calles, mi ciudad se despereza apresurada, como siempre. Mi ciudad es una piña, un girasol, una mazorca, una colmena, un racimo... donde el roce no hace el cariño. No hay resquicios ni espacios entre cuerpos. Un camarote de los Marx inmenso, más atestado que nunca. Mi ciudad son doscientas sesenta mil personas -quizá algunas almas menos- recolocándose en doce quilómetros cuadrados. Mi ciudad revienta por las costuras de la vida mientras oye hablar cien lenguas y vibrar mil músicas. Mi ciudad es un cruce de caminos. Mi ciudad es una patera que llevó a la

Escribo para mi gato III. El contenido no está disponible

Y abrió el face y no lo encontró. Y, en su desesperación, solo halló consuelo en el ripio melancólico. El contenido no está disponible. Es un verso perfecto de soneto. Cargado de metralla está repleto y hiela el corazón; verso terrible. Las palabras y voces que han callado son murmullos ya solo en mi cabeza. Las antenas, que mueren de pereza, me niegan alimento enamorado. Se cortan los caminos y los pasos, se sellan las salidas y las vías, se rechazan los últimos abrazos, se niega que dijiste que morías. Y hiere el corazón, con un zarpazo; sentencia de la vil tecnología.

La tita Concepción

Aquellos a quienes recordamos nunca mueren. Por eso hoy, repasando álbumes, he querido hacerle un pequeño homenaje a la que fue una persona muy querida en mi vida: la tita Concepción (o chacha, como la llamaba el resto de la familia). A pesar de una vida nada fácil era la alegría personificada. Y la transmitía. Hermana de mi bisabuelo. Concepción Ariza. Que llegó a cumplir 100 años. Que no dejó a nadie directo que la recuerde -cinco hijos no le bastaron para tener nietos-, pero que no se ha borrado de mi mente. Su patio, su jazmín, su risa cantarina, sus manos dulces, su abanico, su zaguán, su paciencia, su limpieza, sus historias... Todo era bello en ella. Este soneto -imperfecto, pero sentido- es para su memoria.. Fue tu patio un remanso de alegría; tu jazmín florecido, una promesa. En cada atardecer, una sorpresa cuando a la noche su dulzor abría. Sin pena que quebrara tu sonrisa, ni duelo que callara tu alborozo, dejabas el milagro de tu gozo soplando entre nosot

Esperando lo que venga, a porta gayola

Muy señores míos, representantes del pueblo: Que estaba yo ayer viéndoles en la tele hacer el paseíllo y me dije a mí mismo: Hay que ver, con un lleno hasta la bandera como tienen, con toda España pendiente de sus palabritas y me están haciendo ustedes una faena de aliño . Salen al ruedo , la mayoría, a hacer toreo de salón,  sin ganas de cortar las orejas y el rabo y salir a hombros . Cuando uno propone algo, el otro cambia de tercio o da una larga cambiada . Mientras se retira, división de opiniones . Y  pitos y palmas , sin respeto, mientras habla. El que aún manda, que es un desecho de tienta , no hace más que brindis al sol y cuando le preguntan, da la espantá , como es su costumbre. Los que quieren mandar, pensando que en peores plazas han toreado , no se rinden -que hasta el rabo todo es toro , pensarán- y se apresuran en el trapicheo antes de que les pille el toro . Los que se saben necesarios, con más valor que el Espartero , se saltan a la torera lo que era co

Elogio de la amistad (con permiso de Tahar Ben Jelloun) o Paqui, la amiga

Sentada en esta orilla, el agua me acerca gentes que ahora vienen, ahora van. Unos prometían; otros eran sospechosos desde que llegaron; otros, valiendo mucho, se vieron arrastrados sin freno lejos de mí. A mi alrededor atesoro lo que entre todos me dejaron: favores, besos, espacios y tiempos compartidos, traiciones, mezquindades, sorpresas, alegrías genuinas, risas sin medida, proyectos y ambiciones, sueños logrados o echados a perder, lisonjas, bajezas, calmas, tormentas... De lo bueno y lo malo estoy hecha. Construida a imagen y semejanza. Forjada en la experiencia. Y sentados viendo este atardecer sin vuelta atrás, casi con mis mismos ojos, un puñado de personas -pequeñito, como deber ser; escogido, como debe ser- me escuchan cuando hablo, me entienden cuando callo, me arropan cuando lloro, me siguen cuando río. Mi mano traza un caminito en la arena y toca levemente la suya. Una mirada de reojo y nos sorprendemos ambas mirando al mismo punto. Dos alumnas con ansias de sab