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Mostrando entradas de diciembre 21, 2013

¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

Esta mujer, ya eternamente joven, que nos mira desde la historia es Madame Roland. Nada sabríamos de ella si no fuera por su decidida participación en la Revolución Francesa y su triste fin (el de ella y el de la Revolución). Alentó la causa revolucionaria hasta que, junto a su marido, cayeron en desgracia por criticar los excesos que se estaban cometiendo. EL 8 de noviembre de 1793 fue guillotinada y, antes de colocar su cabeza en el cepo, se inclinó ante la estatua de arcilla de la Libertad situada en la Plaza de la Revolución (actual Place de la Concorde) y pronunció -¡qué presencia de ánimo a punto de perder la cabeza!- esa ya famosa frase que encabeza esta entrada: "¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!" Y tan cierta es esa afirmación como que allí se acabó su vida y empezó su leyenda. Y nos viene a la memoria casi dos siglos y cuarto después porque el nombre de la Libertad se sigue invocando en vano. Se hace, con demasiada frecuencia, por i