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Mostrando entradas de septiembre, 2016

'Me noto muy cambiá'

¿Sois fans irreductibles de 'Amanece, que no es poco'? ¿Os fascina y os atrapa el universo de José Luis Cuerda? ¿Estáis saturados de filosofía barata y de pensamientos tan profundos como charcos? ¿Vuestra mente transita a menudo entre lo absurdo y lo certero sin marcar lindes? ¿Tenéis la sensación de que hay frases que deberían entrar en la Seguridad Social? ¿Sentís que las palabras, igual que matan, sanan? ¿Admiráis a los que navegan con el viento en contra? ¿Amáis lo breve y lo bueno? ¿Os reconcilian los libros brillantes con la estulticia de la vida? Pues esto os recomiendo: Me noto muy cambiá. 'Inteletos' de Albacete. Píldoras de verdad contra el dolor de cabeza que provoca la vigilia. Pastillitas mentoladas contra el silencio culpable y la mezquindad. Vicks Vaporub para pechos cargados de agonía. Felicidad mínima y, por ello, máxima, a 9,50 euros. Un poquito os dejo para abrir boca. La duermevela y otros estados intermedios. Por ejemplo, el patinaje. Si r

No pases sin dejar un amén

Mira que soy de buen conformar y, acostumbrada como estoy a alumnos adolescentes, doy el pasar a muchas cosas e intento encontrar en cada opinión, y en cada manifestación de la misma, algo valioso. Pero hoy estoy un poquito respondona, un tantito rebelde y un mucho hartita. Me encanta facebook. Entrar y ver a mis amigos -algunos muy reales y otros, al menos de momento, solo virtuales- y leer sus ocurrencias, sus historias, seguir sus vicisitudes y compartir con ellos instantes fugaces de felicidad es un manera mágica de llenar los ratitos de ocio. Sin embargo, y como -parafraseando aquella divertida sección de El Jueves- alguien tenía que decirlo, voy a repasar todo aquello que me crispa, sobre todo, porque cada vez abunda más: - La filosofía de secano, mezcla de Coelho con el vecino del quinto, que parece profunda porque se escribe con un programa que la enmarca en un precioso cartel. Sistema filosófico feisbuquero le llamo yo. - Las indirectas en general que no suelen dar

En mi casa

Llegará. Lo sabemos pues nos dijeron que es lo único cierto. Vendrá queda, sin hacer ruido, como llegan las tardes otoñales o los ocasos plácidos. De puntillas, silenciosa. Suave, plácida, señora. O vendrá tormentosa, con estruendo, haciéndose notar, echando pregones, anunciada, batallada, vencedora. Cruel, impía. La esperaremos sentados a la puerta, viendo pasar la vida ya un tanto ajena a nosotros; con los caminos recorridos y todas las puntadas dadas. O descubriremos sorprendidos que llega a deshora, que nos pilla sin arreglar aún; que tenemos un puchero en la lumbre y no hemos cerrado tantos cajones abiertos. Saludaremos su llegada porque la eternidad es triste cuando se fueron tus amigos de la escuela, el vecino, los tenderos de toda la vida y jóvenes que se te adelantaron sin querer ni deber. O pediremos más tiempo; no aún, no todavía, no tan pronto, no en este momento. Habremos preparado su llegada. Hecho encargos. Repartido cartas. Despedido gente. O marchar

Pueblos

Hace muchos años, en los tiempos de Coros y Danzas y las adhesiones inquebrantables, le dieron a mi pueblo un premio por la belleza y limpieza de sus calles. La noticia salió en algún periódico de la provincia y mis abuelos, conscientes de cuánto extrañábamos lo nuestro en la distancia, nos la mandaron a Hospitalet. El recorte revoloteó, amarilleando como era de rigor, de cajón en cajón por mi casa hasta que, en una de aquellas mágicas piruetas que hacen las cosas que amamos, desapareció sin saber cómo. Yo lo sacaba a menudo y pasaba mis dedos y mis ojos infantiles por imágenes de calles impolutas, de casas encaladas, de tiestos con geranios reventones, de empedrados reluciendo al sol... Era un pueblo ideal, quizá tan de cartón piedra como los decorados de Bienvenido, mister Marshall , pero cuando el taxi entraba por los Barrancones en veranos luminosos, se transformaba en el pueblo real, lleno de vecinas hacendosas barriendo aceras, al que yo amaba regresar. Yo evoco a menudo