Ir al contenido principal

Todos los santos

Hoy se celebra el día de Todos los Santos. A esta festividad se ha pasado la celebración que hace años se hacía el día de Difuntos (que es mañana, 2 de noviembre) ya que en nuestra sociedad nos movemos en función de los días festivos.

Acabo de oír en el informativo que se venden el 30 % de todas las flores del año y sólo hay que seguir las noticias para ver el gentío que visita los cementerios: en pueblos, en ciudades, grandes y chicos, endomingados, llorosos todavía o con aire festivo. Es una manera de sacarse la espinita, el compromiso adquirido con los que formaron parte de nuestra vidas y ya se fueron.

Antes la vida y la muerte estaban más imbricadas: desde el luto que distinguía desde lejos a aquellos que estaban de duelo hasta las visitas asiduas a los cementerios que estaban muy cerca -o literalmente dentro- de las poblaciones. En las casas los lugares de honor los ocupaban las fotos de los difuntos, colección que iba agrandándose, lógicamente, con el tiempo: los bisabuelos -peripuestos y retocadísimos-, los abuelos, padres, hermanos, tíos, hijos, etc. En ocasiones dichas fotos iban acompañadas de mariposillas -las velitas que flotaban en aceite- o de figuras de santos que fueron devoción de los difuntos. La muerte y la vida eran dos caras de la misma moneda. Los niños asistían a los entierros, los velatorios se hacían en las casas y a nadie se le ocurría quemar al difunto y tirar las cenizas: ¿dónde, entonces, se iba a hacer el ritual de rezos, flores, fotos, visitas?

Las cosas han cambiado. Los muertos se entierran lejos o se queman y se esparcen las cenizas (en el mar, en un bosque o en la planta de oportunidades de El Corte Inglés, donde uno haya sido más feliz). La familia sigue su camino hasta que el 1 de noviembre decide que tiene muertos a los que recordar y los cementerios se llenan de vivos.

Yo no lo critíco. Pero me gustaría que tuviéramos presente la muerte cuando damos pasos de vivos porque eso nos haría mejores, más flexibles, relativizaríamos los problemas y las decisiones serían provisionales, cambiantes, abiertas...

Ése es el legado de nuestros muertos: vivid con alegría vuestro tiempo. Para quien espera volver a verlos y para quien no, un legado valioso y positivo. Gracias por el tiempo que compartimos y gracias por recordarnos que nuestro paso por el mundo es breve y hay esfuerzos que no valen la pena.

(Imagen: ojodigital.com Cemeneterio de Casabermeja -Málaga-)

Comentarios

  1. La tradición se convierte, en un día como el de hoy, en peregrinaje y devoción al recuerdo diario de aquéllos que nos faltan. Después de muchos años sin faltar a esta cita, no ha sido hoy la mañana elegida para que yo visite (por decisión propia) el cementerio y no sé si podré acabar el día sin hacerlo. El atavismo, una vez más, presiona mi conciencia.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. A mí me pilla muy lejos.
    Cuando estoy en el pueblo es muy feliz acercarse dando un paseíto a ver a los que nos faltan.

    ResponderEliminar
  3. He conseguido superar la preceptividad de la fecha. Fui el domingo y volveré otro día que me apetezca.
    Bsts.

    ResponderEliminar
  4. Sí, eso es lo mejor: escuchar al corazón cuando nos llama.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Deseos de fin de año

En esta tesitura del fin de año, todos nos tomamos un tiempo para pedir deseos -para nosotros y para aquellos a quienes queremos- y las listas, sorprendentemente, son coincidentes y contienen tres o cuatro cosas en las que nos ponemos de acuerdo, como por arte de magia, después de todo un año de desencuentros públicos o privados. Mis deseos para el dos mil veinticinco son sencillos y se resumen en tener, ni más ni menos, lo que tenía en esa fotografía tomada una soleada mañana en la galería de mi casa de Miguel Romeu. Y que era, a saber: La salud despreocupada de quien tiene un cuerpo que funciona cada día sin mandar señales. La alegría genuina y el entusiasmo ante lo venidero sin el velo sucio que le ponen las consideraciones negativas. La pasión frente a lo que se hace en cada instante, sin rumiar sobre el momento que pasó o sobre el venidero. La certeza de ser querida porque sí, sin condiciones, porque a eso se viene al mundo. La conformidad con los días y sus afanes y la capacidad ...