Ir al contenido principal

Yo confío.

Porque es más fácil y más grato.
Porque nos conforta.

Yo confío porque creo todavía en la buena gente. Yo confío en que vendrán tiempos mejores.

Porque nos hace dormir de un tirón. Porque nos provoca sonrisas y alivia dolores.

Yo confío en que pueda aferrarme siempre a una mano querida. Yo confío en que me llegará un abrazo cuando más lo necesito. Yo confío en que habrá soluciones para el problema más terrible.

Confío en quien me ama y en quien dice que me ama. Confío en los que me sonríen y en los que se escudan en el silencio.

Yo confío por mí y por mi futuro. Confío porque me asusta el recelo, la distancia, la inseguridad. Confío en sanar las heridas, en difuminar las cicatrices, en llegar a la paz.

Porque el corazón se apacigua en la confianza, el pulso se aquieta, la respiración se acompasa. Porque confiando me defiendo de los fantasmas, me libro de los temores, acallo las dudas.

Confío contra viento y marea.
Confío un martes cuando el lunes he caído.
Confío para que confíen en mí. Para que siempre me quieran y me busquen.

Confío cuando el viento me sopla al oído, al sol, en el atardecer, en la penumbra y en la luz.

A veces confío en el mismo instante de secarme una lágrima, un segundo después de tirar la toalla, un minuto después de darme por vencida.

Porque cruzamos esta vida por ser confiados y en el balance final solo la suma de nuestras confianzas nos habrá dado los mejores instantes.

Confío en que hago bien si sigo confiando. Confío.

Imagen: undiamejor.com

Comentarios

  1. Buena filosofía,
    Porque no puede ser de otro modo.
    Por salud.
    Por bienestar.
    Quizás también por certera.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Sí, ¡ejem! Esta es la teoría. La práctica se hace, a veces, muy cuesta arriba.
    Pero en ello estamos.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Con mayúsculas. Tiene que ser una confianza muy grande, ¿no?

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Volver sin poder volver

Y te haces los kilómetros sabiendo que vuelves sin volver. Porque no se puede volver al abrazo de una abuela, a un cine de verano, a los bancos del paseo donde se cruzan las primeras miradas de deseo, a bañarte en una alberca, a oír los campanillos de los mulos. No se puede volver a las calles empedradas, a las noches en el zaguán, a que manos queridas te monden las pipas, a retreparte en una silla de enea, a la feria con amigas, a la tienda de Silvestre. No se puede volver a llenar un cántaro, a guardar sitio en las pilas, a sentarse en un tranquillo a ver pasar la vida, a que te pregunten de quién eres. No se puede volver a esperar la alsina de Málaga, a ver los carteles del cine de Pavón, a comprar magnesia en un cartuchito, a subir a la carretera a ver cómo anochece. No se puede volver a la Galaxy, a comer pimientos en los Vaqueros, a encargar un jersey en las Arjonas, a aguantar las miradas subiendo frente al Estrecho. No se puede volver a escuchar los chascarrillos de tu abuelo, ...