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Quan érem feliços

Este fin de semana he acabado de leer este libro -Quan érem feliços (Cuando éramos felices)- que saqué hace algunos días de la biblioteca.
Está escrito por Rafel Nadal y son unas memorias de su infancia y primera juventud.

Rafel Nadal es periodista -fue durante unos años director de El Periódico- y ganó con este libro el Premio Josep Pla de 2012.

La familia Nadal es más conocida por el primogénito de los hermanos, Joaquim Nadal, que ha estado en la política catalana con presencia en el Ayuntamiento de Girona o como conseller de la Generalitat en varias etapas.

La infancia que describe Rafel con minuciosidad -y con un lenguaje exquisito- no se parece en nada, nada tiene en común con la mía. Ni por origen, ni por lengua, ni por grupo social, ni por modelo de familia... No puede ser más diferente el escenario ni más distinta la experiencia.

Y, sin embargo, leyéndolo me he sentido extrañamente unida a él.

Porque todas las infancias felices tienen más cosas en común que diferencias.
Porque aquellos que recordamos un tiempo en el que la vida era fácil y nosotros dichosos tendemos a sentir como nuestras experiencias no vividas.
Rafel nos cuenta sucesos cotidianos, relaciones afectivas, sabores y olores, travesuras. Nos cuenta cómo y a quién quería. Lo que los demás esperaban de él y lo que él le pedía a la vida. Le vemos crecer en una casa pura algarabía, en un colegio lúgubre, en veranos interminables, en la playa, en el campo...

Y en el placer de su lectura he encontrado la melancolía de lo ya perdido. Y la alegría del recuerdo. Y la esperanza de que nuestros relatos familiares pasen de boca en boca, al menos entre los nuestros, para no morir jamás. Y me ha animado para seguir con el blog familiar que hace tanto que tengo abandonado. Y he disfrutado de un libro sin pretensiones y con todas las pretensiones del mundo. Y he llorado -ay, solo un poquito- por el triste lamento que encierra su título.


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