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Yo no soy Abel

No he salido a la calle a decir Todos somos Abel.
Porque yo no soy Abel.

Yo no soy Abel Martínez. No nací en Lleida, ni estudié Historia.
No soy el Abel amante del cómic y del Barça. No tengo 35 años.
Yo no trabajaba como interino, precariamente, en un instituto de Barcelona. Yo no soy el Abel que danzaba de destino en destino, pagado mezquinamente.

Yo no soy Abel saliendo a poner paz ante el griterío de la clase de al lado.
No soy Abel Martínez, asesinado -sin saber el porqué- a-se-si-na-do, por un chaval inimputable y, por lo que parece, innombrable.

Yo no soy Abel, muerto y enterrado. Llorado por mis padres y mi gente. Olvidado por todos los demás.

Yo soy yo. Voy a mi trabajo, como él. Atiendo a mis alumnos, como él. Pido ayuda a las instituciones cuando algo no me cuadra, como seguramente hacía él. No obtengo respuesta, como él.

Diluyo mi pena y mi estupor en el quehacer cotidiano. Río como antes, bromeo como antes, vuelvo a las clases, me quejo, me aguanto, me resigno. Me siento impotente y dolorida. Parte de la esperanza y la ilusión se han roto para siempre. Pero no lo he perdido todo, y para siempre, como lo ha perdido Abel.

Yo no soy Abel. Nadie más, nunca, será ese Abel Martínez.

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