He pasado al mediodía por la plaza y me he encontrado la fuente engalanada.
Los gigantes vigilaban el mágico suceso de cada Corpus Christi: el "ou com balla", prendido del surtidor, rodeado de flores.
Un jueves espléndido -"tres jueves hay en el año...- de luz y sol.
No había niños alrededor. Llegarán, seguramente, al salir de la escuela. Mirarán el fenómeno entre sorprendidos, curiosos y asustados. Harán preguntas, querrán saber...
He captado la escena con una sonrisa en los labios pero, al bajar la cámara, el cielo ya no era tan brillante y la sombra de la pena ha oscurecido el día.
Me han venido a la memoria días azules como hoy en los que los titos os llevaban de la mano a ver este baile mágico. Agarraditos a ellos, a su lado, mirándolo todo con ojos de niños... Tan felices.
Llegabais a casa excitados, parlanchines, con los ojos brillantes... Atropellándoos para ser el primero en contarlo todo -hemos visto el huevo, y volaba, y no se caía, las flores eran muy bonitas, he tocado al gigante, y yo a la giganta, el tito nos ha comprado cromos en el kiosko, y a mí un kinder- y revoloteando y saltando como cachorrillos juguetones.
Y el tito Francisco riendo, satisfecho y feliz. Un abuelo postizo, generoso y entregado, cariñoso y atento. Disfrutando de vosotros como si fuerais su sangre. Sin pereza ni prisas. Con ternura infinita.
Y con ese recuerdo, dulce y amargo, camino hacia casa. Con la certeza de que hay ausencias que nunca se podrán llenar. Vive con nosotros mientras nosotros vivamos.
Imagen: fotografía personal. 4 de junio de 2015
Los gigantes vigilaban el mágico suceso de cada Corpus Christi: el "ou com balla", prendido del surtidor, rodeado de flores.
Un jueves espléndido -"tres jueves hay en el año...- de luz y sol.
No había niños alrededor. Llegarán, seguramente, al salir de la escuela. Mirarán el fenómeno entre sorprendidos, curiosos y asustados. Harán preguntas, querrán saber...
He captado la escena con una sonrisa en los labios pero, al bajar la cámara, el cielo ya no era tan brillante y la sombra de la pena ha oscurecido el día.
Me han venido a la memoria días azules como hoy en los que los titos os llevaban de la mano a ver este baile mágico. Agarraditos a ellos, a su lado, mirándolo todo con ojos de niños... Tan felices.
Llegabais a casa excitados, parlanchines, con los ojos brillantes... Atropellándoos para ser el primero en contarlo todo -hemos visto el huevo, y volaba, y no se caía, las flores eran muy bonitas, he tocado al gigante, y yo a la giganta, el tito nos ha comprado cromos en el kiosko, y a mí un kinder- y revoloteando y saltando como cachorrillos juguetones.
Y el tito Francisco riendo, satisfecho y feliz. Un abuelo postizo, generoso y entregado, cariñoso y atento. Disfrutando de vosotros como si fuerais su sangre. Sin pereza ni prisas. Con ternura infinita.
Y con ese recuerdo, dulce y amargo, camino hacia casa. Con la certeza de que hay ausencias que nunca se podrán llenar. Vive con nosotros mientras nosotros vivamos.
Imagen: fotografía personal. 4 de junio de 2015
Siempre estará presente porque está en el recuerdos de quienes lo conocimos.
ResponderEliminarBellas palabras. Se las merece.
Un beso.