Rainer María Rilke, el gran poeta checo, tiene una frase rotunda que titula esta entrada: "La verdadera patria del hombre es la infancia."
Pasamos demasiado rápido por nuestra infancia. Apenas empezamos a disfrutarla cuando ya estamos deseando dejarla atrás.
Nos incomoda no crecer rápido. Nos miramos en los adultos y copiamos sus gestos y envidiamos lo que consideramos sus privilegios.
Pronto la vida nos enseña, sin embargo, que hemos corrido demasiado. Y un día nos descubrimos añorando las largas tardes de verano, poniendo la música que sonaba en el transistor colocado, precariamente, en el alféizar de la cocina, tarareando "yo soy aquel negrito...", rebuscando en una caja olvidada para rescatar pequeños tesoros que se salvaron de nuestra furia organizadora, añorando los besos de nuestra madre que a veces -ay, si volvieran- se perdían en el aire...
Y no hay vuelta atrás. Los niños que fuimos juegan airosos en la calle de los sueños mientras nosotros soportamos la carga de los años.
Pero, espera... Si mi corazón no me engaña una parte de mi infancia se acerca a mí.
Los que compartieron alegrías y pupitres, castigos y felicitaciones, patios y pasillos; los que subieron incansables las escaleras a mi lado; mis amigos; mis compis; los que ahora me "ajuntaban" y ahora no; los que respetaban al profe con la misma intensidad que yo; los que eran mi mundo; los que creí perdidos... regresan.
Como un respiro ante las desazones de la vida; como el alivio de las pérdidas; como las ilusiones genuinas de la niñez.
Y yo, que no soy de patrias ni banderas, siento que con vosotros he vuelto a casa. Gracias.
Imágenes: encuentro Pau Esteve. 27 de junio de 2015.
Pasamos demasiado rápido por nuestra infancia. Apenas empezamos a disfrutarla cuando ya estamos deseando dejarla atrás.
Nos incomoda no crecer rápido. Nos miramos en los adultos y copiamos sus gestos y envidiamos lo que consideramos sus privilegios.
Pronto la vida nos enseña, sin embargo, que hemos corrido demasiado. Y un día nos descubrimos añorando las largas tardes de verano, poniendo la música que sonaba en el transistor colocado, precariamente, en el alféizar de la cocina, tarareando "yo soy aquel negrito...", rebuscando en una caja olvidada para rescatar pequeños tesoros que se salvaron de nuestra furia organizadora, añorando los besos de nuestra madre que a veces -ay, si volvieran- se perdían en el aire...
Y no hay vuelta atrás. Los niños que fuimos juegan airosos en la calle de los sueños mientras nosotros soportamos la carga de los años.
Pero, espera... Si mi corazón no me engaña una parte de mi infancia se acerca a mí.
Los que compartieron alegrías y pupitres, castigos y felicitaciones, patios y pasillos; los que subieron incansables las escaleras a mi lado; mis amigos; mis compis; los que ahora me "ajuntaban" y ahora no; los que respetaban al profe con la misma intensidad que yo; los que eran mi mundo; los que creí perdidos... regresan.
Como un respiro ante las desazones de la vida; como el alivio de las pérdidas; como las ilusiones genuinas de la niñez.
Y yo, que no soy de patrias ni banderas, siento que con vosotros he vuelto a casa. Gracias.
Imágenes: encuentro Pau Esteve. 27 de junio de 2015.
Que bonito Ana 📝💝💝😘
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