En los grandes momentos. En nuestras bodas, nerviosos y primerizos firmando como testigos; con nuestros pequeños hijos recién nacidos en los brazos, aprendiendo a trompicones a cuidar de otros; en los bautizos y las grandes celebraciones; en los cumpleaños, apagando las velas llenos de deseos...
En los viajes largamente planeados. Esa excursión por carreteras imposibles de las Alpujarras; esos hoteles patéticos de Colliure; París pateado y saboreado; Roma eterna añorando al único bebé que había entonces en nuestras vidas; Caldea y sus pomelos relajantes; Zaragoza, el Monasterio de Piedra, a golpe de Renault; Navarra; la Costa Brava echando mentirijillas...
En los pequeños placeres de la vida. Una cena entre amigos gritando como locos con el Pictionary; el Banjo Poker y sus habitantes sospechosos; los bailes alrededor de la mesa; los planes para hacer los bocadillos; Cala Morisca; montando nivel experto los muebles de Ikea; acodados en la barra de la cocina de la casita de la playa; celebrando Castañadas en pisos vacíos de muebles y llenos de ilusiones; acarreando niños en zoos, montañas, playas y parques; copiando interminables documentos en la biblioteca del Carmen con el empuje de los pocos años...
En los golpes de la vida. Cuidando a nuestros hijos cuando lo increíble sucedió; arropándonos cuándo y dónde ha hecho falta...
Toda una vida.
Y ahora solo tenemos este abrazo para acompañarte en un momento de despedida. Cuando las etapas se cierran y dejamos definitivamente de ser niños. Solo un abrazo y nada menos que un abrazo para saber que siempre seremos lo que fuimos.
Imagen: fotografía familiar. Años 80
En los viajes largamente planeados. Esa excursión por carreteras imposibles de las Alpujarras; esos hoteles patéticos de Colliure; París pateado y saboreado; Roma eterna añorando al único bebé que había entonces en nuestras vidas; Caldea y sus pomelos relajantes; Zaragoza, el Monasterio de Piedra, a golpe de Renault; Navarra; la Costa Brava echando mentirijillas...
En los pequeños placeres de la vida. Una cena entre amigos gritando como locos con el Pictionary; el Banjo Poker y sus habitantes sospechosos; los bailes alrededor de la mesa; los planes para hacer los bocadillos; Cala Morisca; montando nivel experto los muebles de Ikea; acodados en la barra de la cocina de la casita de la playa; celebrando Castañadas en pisos vacíos de muebles y llenos de ilusiones; acarreando niños en zoos, montañas, playas y parques; copiando interminables documentos en la biblioteca del Carmen con el empuje de los pocos años...
En los golpes de la vida. Cuidando a nuestros hijos cuando lo increíble sucedió; arropándonos cuándo y dónde ha hecho falta...
Toda una vida.
Y ahora solo tenemos este abrazo para acompañarte en un momento de despedida. Cuando las etapas se cierran y dejamos definitivamente de ser niños. Solo un abrazo y nada menos que un abrazo para saber que siempre seremos lo que fuimos.
Imagen: fotografía familiar. Años 80
Un abrazo que nos aprieta para siempre.
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