Ir al contenido principal

Pantano de Iznájar

Pantano de Iznájar. Si bajo sus aguas se sepultaron vidas enteras, risas y carreras de niños, bailes de mocitos, consejos de viejos... hoy su presencia nos da seña de identidad.

Aparece al salir de una curva. El monstruo. Conteniendo las aguas, dominándolas como un Moisés de cemento, dando vida, abriéndose rugiente, formando arco iris inabarcables, atronando con su furia y también con su silencio.

Aparco en los pinos y camino bajo la luz del ocaso.
El vértigo apenas me deja asomar la cabeza por encima de la baranda; los aviones y golondrinas se lanzan en un vuelo imposible, refrenado en el instante en que los creemos estrellados. Trayectorias de bailarines aéreos.

Allá abajo, a mi derecha, solo la imaginación puede recrear lo que fueron las huertas de mi familia.
Adelanto las manos hacia el vacío. Un pedazo de sol entre mis dedos me estremece la piel. El aire es cálido; la luz es leve; la tierra y el cielo me llenan los ojos. El pueblo, el río, la sierra, las luces donde otras gentes miran, quizá, como yo, el crepúsculo. Con todo quisiera quedarme en este instante. Guardarlo donde se guarde lo querido, lo sencillo, lo limpio. Destaparlo cuando la vida se vuelva un camino escarpado.

Cruzo la presa. Una carrera breve sobre el asfalto bajo el que hay máquinas, sonidos, hombres trabajando...
Al otro lado mi mirada se pierde sobre las aguas. La Mezquita, Iznájar... Sobre mi cabeza pasan, silbando sus alas, los patos que se recogen al acabar el día.
Me atrevo a mirar hacia el agua, seductora y oscura a esta hora. Criaturas imposibles se deslizan bajo su superficie.

Ya apenas hay luz. Todo lo veo ya con el corazón. Todo es ya mío para siempre.

Imagen: fotografía familiar. La presa desde la cueva Belda. 2 de agosto de 2008.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Deseos de fin de año

En esta tesitura del fin de año, todos nos tomamos un tiempo para pedir deseos -para nosotros y para aquellos a quienes queremos- y las listas, sorprendentemente, son coincidentes y contienen tres o cuatro cosas en las que nos ponemos de acuerdo, como por arte de magia, después de todo un año de desencuentros públicos o privados. Mis deseos para el dos mil veinticinco son sencillos y se resumen en tener, ni más ni menos, lo que tenía en esa fotografía tomada una soleada mañana en la galería de mi casa de Miguel Romeu. Y que era, a saber: La salud despreocupada de quien tiene un cuerpo que funciona cada día sin mandar señales. La alegría genuina y el entusiasmo ante lo venidero sin el velo sucio que le ponen las consideraciones negativas. La pasión frente a lo que se hace en cada instante, sin rumiar sobre el momento que pasó o sobre el venidero. La certeza de ser querida porque sí, sin condiciones, porque a eso se viene al mundo. La conformidad con los días y sus afanes y la capacidad ...