Si quiero ser poeta debo empezar sin miedo.
Y para ello he de expulsar de mis escritos aquellas palabras tan manidas, repetidas, usadas... que resuenan y pueblan los poemas del mundo.
Y para ello he de expulsar de mis escritos aquellas palabras tan manidas, repetidas, usadas... que resuenan y pueblan los poemas del mundo.
Empecemos limpiando de los versos al amor, amante, pasión y
celos. Besos tampoco. Ni abrazos, ni caricias.
Todas las partes del cuerpo están de más: ojos,
boca, pecho, manos, corazón, lengua, cuello, pelo, espalda, piel.
Lo intangible va fuera: alma, libertad, belleza, amistad, esperanza, soledad, fracaso, duda, tristeza, alegría.
Fuera también sonidos y silencio. Susurro. Gemido. Lamento. Grito. Canto.
Se han de ir también lágrimas, llanto, risa, sonrisa, mirada.
Cualquier palabra que inflame y arrebate: revolución, pueblo, justicia, paz, guerra, compañero, batalla, derrota, muerte, vida.
No podemos dejar el ocaso, la tarde, el alba ni el amanecer. Paisaje, monte, río, llano, mar, ola, colina, árbol, horizonte, camino, bosque, lago, arroyo ni sendero.
No recurramos al viento, la luz, el relámpago, el trueno, la tormenta, la lluvia, el huracán, la calma.
Fuera la infancia, el niño, el amigo, el padre, la madre, el hermano, los hijos, abuelos; la vejez, el fin.
Evitemos escribir memoria, recuerdo, añoranza, nostalgia, pasado, presente, futuro, cambio.
El tiempo, ni nombrarlo. Ni horas, minutos, segundos, siglos, años, ayer, hoy ni mañana. Ni abril, mayo, invierno, otoño, verano o primavera. Ni día ni noche; nada de madrugadas.
No más pájaros, aves, gorriones, golondrinas, gatos, leones, águilas, canes, tigres, caballos.
Ni nombrar los mineros, los campesinos, jueces, maestros, guerreros, pescadores, soldados, obreros.
Nada de soñadores, de ternura, de despertares, de insomnios.
Nada de rosa, clavel, espina, hoja, raíz, jazmín, geranio, planta, laurel, capullo, pétalo, semilla.
Huyamos de la furia, el valor, el arrojo, la cobardía, el miedo, la ira, héroes y heroínas. Perdedores, vencidos, vencedores.
Soplemos sobre el latido, el pesar, el pálpito, la querencia, la huida, el refugio, la ayuda, la verdad, la mentira, la certeza y la angustia.
Ni despecho, venganza, desolación, desamor, desamparo, juguete, final, principio.
Ni yo, ni tú, ni nosotros, ni ellos. Ni todos. Ni ninguno. Ni nadie. Ni juntos. Ni alejados. Ni ella. Ni él. Ni distancia. Ni siempre, jamás o nunca. Ni contigo ni solo.
¿Qué me queda delante de esta hoja, de este papel que llama a mis palabras? Tan virgen. Esperando poesía.
Tu nombre y el mío. Nombrarlos y enredarlos. Escribirlos mil veces. Hacer una cadena. Tus letras y mis letras. Formar dibujos. Repetir iniciales. Tu nombre y el mío. El perfecto poema. Único. Irrepetible. Tu nombre y el mío.
No podemos dejar el ocaso, la tarde, el alba ni el amanecer. Paisaje, monte, río, llano, mar, ola, colina, árbol, horizonte, camino, bosque, lago, arroyo ni sendero.
No recurramos al viento, la luz, el relámpago, el trueno, la tormenta, la lluvia, el huracán, la calma.
Fuera la infancia, el niño, el amigo, el padre, la madre, el hermano, los hijos, abuelos; la vejez, el fin.
Evitemos escribir memoria, recuerdo, añoranza, nostalgia, pasado, presente, futuro, cambio.
El tiempo, ni nombrarlo. Ni horas, minutos, segundos, siglos, años, ayer, hoy ni mañana. Ni abril, mayo, invierno, otoño, verano o primavera. Ni día ni noche; nada de madrugadas.
No más pájaros, aves, gorriones, golondrinas, gatos, leones, águilas, canes, tigres, caballos.
Ni nombrar los mineros, los campesinos, jueces, maestros, guerreros, pescadores, soldados, obreros.
Nada de soñadores, de ternura, de despertares, de insomnios.
Nada de rosa, clavel, espina, hoja, raíz, jazmín, geranio, planta, laurel, capullo, pétalo, semilla.
Huyamos de la furia, el valor, el arrojo, la cobardía, el miedo, la ira, héroes y heroínas. Perdedores, vencidos, vencedores.
Soplemos sobre el latido, el pesar, el pálpito, la querencia, la huida, el refugio, la ayuda, la verdad, la mentira, la certeza y la angustia.
Ni despecho, venganza, desolación, desamor, desamparo, juguete, final, principio.
Ni yo, ni tú, ni nosotros, ni ellos. Ni todos. Ni ninguno. Ni nadie. Ni juntos. Ni alejados. Ni ella. Ni él. Ni distancia. Ni siempre, jamás o nunca. Ni contigo ni solo.
¿Qué me queda delante de esta hoja, de este papel que llama a mis palabras? Tan virgen. Esperando poesía.
Tu nombre y el mío. Nombrarlos y enredarlos. Escribirlos mil veces. Hacer una cadena. Tus letras y mis letras. Formar dibujos. Repetir iniciales. Tu nombre y el mío. El perfecto poema. Único. Irrepetible. Tu nombre y el mío.
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