Muy señores míos, representantes del pueblo:
Que estaba yo ayer viéndoles en la tele hacer el paseíllo y me dije a mí mismo:
Hay que ver, con un lleno hasta la bandera como tienen, con toda España pendiente de sus palabritas y me están haciendo ustedes una faena de aliño. Salen al ruedo, la mayoría, a hacer toreo de salón, sin ganas de cortar las orejas y el rabo y salir a hombros.
Cuando uno propone algo, el otro cambia de tercio o da una larga cambiada. Mientras se retira, división de opiniones. Y pitos y palmas, sin respeto, mientras habla.
El que aún manda, que es un desecho de tienta, no hace más que brindis al sol y cuando le preguntan, da la espantá, como es su costumbre.
Los que quieren mandar, pensando que en peores plazas han toreado, no se rinden -que hasta el rabo todo es toro, pensarán- y se apresuran en el trapicheo antes de que les pille el toro.
Los que se saben necesarios, con más valor que el Espartero, se saltan a la torera lo que era costumbre y dan la puntilla -con niños o besos- viendo los toros desde la barrera. Ya vendrán a por ellos, ya, -piensan- cuando se vean entre los cuernos del toro.
Esto pensando, me seguí diciendo a mí mismo:
Échales un capote porque a estas criaturas les va sonar el clarín ya mismito. Que ciertos son los toros y el tiempo se acaba. Y, harto de esta mierda como el sombrero de un picaor, ofrezco mis propuestas a los primeros espadas.
Que se dejen ya de usar la de madera, que no entren al trapo de los de siempre y que, con vergüenza torera, salgan por la puerta grande, como el respetable se merece.
Y aquí les dejo, señores, que me voy al fútbol, que es lo que más me gusta en este mundo.
Imagen: fotografía familiar. 11 de agosto de 2015
Que estaba yo ayer viéndoles en la tele hacer el paseíllo y me dije a mí mismo:
Hay que ver, con un lleno hasta la bandera como tienen, con toda España pendiente de sus palabritas y me están haciendo ustedes una faena de aliño. Salen al ruedo, la mayoría, a hacer toreo de salón, sin ganas de cortar las orejas y el rabo y salir a hombros.
Cuando uno propone algo, el otro cambia de tercio o da una larga cambiada. Mientras se retira, división de opiniones. Y pitos y palmas, sin respeto, mientras habla.
El que aún manda, que es un desecho de tienta, no hace más que brindis al sol y cuando le preguntan, da la espantá, como es su costumbre.
Los que quieren mandar, pensando que en peores plazas han toreado, no se rinden -que hasta el rabo todo es toro, pensarán- y se apresuran en el trapicheo antes de que les pille el toro.
Los que se saben necesarios, con más valor que el Espartero, se saltan a la torera lo que era costumbre y dan la puntilla -con niños o besos- viendo los toros desde la barrera. Ya vendrán a por ellos, ya, -piensan- cuando se vean entre los cuernos del toro.
Esto pensando, me seguí diciendo a mí mismo:
Échales un capote porque a estas criaturas les va sonar el clarín ya mismito. Que ciertos son los toros y el tiempo se acaba. Y, harto de esta mierda como el sombrero de un picaor, ofrezco mis propuestas a los primeros espadas.
Que se dejen ya de usar la de madera, que no entren al trapo de los de siempre y que, con vergüenza torera, salgan por la puerta grande, como el respetable se merece.
Y aquí les dejo, señores, que me voy al fútbol, que es lo que más me gusta en este mundo.
Imagen: fotografía familiar. 11 de agosto de 2015
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