Ir al contenido principal

Lágrimas y albóndigas de boquerones

"Y desde que reconocí el gusto  del trocito  de magdalena mojada en la tila que  me daba mi tía (aunque todavía no supiera y debiera dejar para más tarde el descubrir por qué ese recuerdo me hacía feliz), en seguida  la vieja casa gris, donde estaba su habitación , vino como un decorado teatral a añadirse al pequeño pabellón que estaba sobre el  jardín..."

Un sábado lluvioso. Una tormenta de junio que atruena desde la calle.
Y me conecto al bendito Internet. Voy a ver mi pueblo en Canal Sur.
Es uno de esos programas donde se tratan con amabilidad a las tierras y a las gentes. Se cantan coplillas, se muestran paisajes. No falta su poquito de cocina, su poquito de monumentos... Su poquito de humilde orgullo  -valga el oxímoron-.

Cuento con emocionarme porque la distancia es mucha y el apego, el mismo que tenía de chica. Y aunque vuelvo y vuelvo cada año y aunque sigo en contacto y aunque disfruto continuamente -a través del agujerito de facebook- de sus paisajes y de su vida, siempre hay un pellizquito en saberse solo espectadora de aquello a lo que se pertenece.

Pero no cuento -ay- con un plato de albóndigas de boquerones. No cuento con que ni siquiera necesito probarlas, como Proust, para que el corazón se me alborote.
No cuento con ver a través de ellas a mi abuela, a mi madre, a mi tita -mujeres amantes y amadas- revolotear entre cacharros para ofrecerlas como se ofrece la gloria.

Caprichitos del alma, olor de pueblo, recuerdo amasadito con el amor. Fresquitas y sabrosas. Cariño en la cuchara. Milagro de ternura. Sabor de infancia aliñadito con el limón. Redondas como el hueco que me provocan. Perfectas como el recuerdo. Llenas de gracia. Pura emoción.

Déjame acompañarlas con unas lágrimas. Unas lágrimas por las mujeres que estuvieron y las que están.
Unas lágrimas con albóndigas de boquerones. Por los siglos de los siglos, amén.

Imagen: pfjuancasillas.blogspot.com

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Deseos de fin de año

En esta tesitura del fin de año, todos nos tomamos un tiempo para pedir deseos -para nosotros y para aquellos a quienes queremos- y las listas, sorprendentemente, son coincidentes y contienen tres o cuatro cosas en las que nos ponemos de acuerdo, como por arte de magia, después de todo un año de desencuentros públicos o privados. Mis deseos para el dos mil veinticinco son sencillos y se resumen en tener, ni más ni menos, lo que tenía en esa fotografía tomada una soleada mañana en la galería de mi casa de Miguel Romeu. Y que era, a saber: La salud despreocupada de quien tiene un cuerpo que funciona cada día sin mandar señales. La alegría genuina y el entusiasmo ante lo venidero sin el velo sucio que le ponen las consideraciones negativas. La pasión frente a lo que se hace en cada instante, sin rumiar sobre el momento que pasó o sobre el venidero. La certeza de ser querida porque sí, sin condiciones, porque a eso se viene al mundo. La conformidad con los días y sus afanes y la capacidad ...