Nuestra cabeza gira y gira. Le damos vueltas a lo hecho y a lo dicho; a lo pasado y a lo venidero.
Filosofía, ciencia, literatura... Todo un universo construido desde un órgano que nos hace lo que somos.
Somos seres pensantes -aunque unos más que otros, todo hay que decirlo-.
Y sin embargo, repasando el milagro que es el ser humano, yo me quedo con las manos.
Las manos acarician, asen, arrastran, sostienen, crean, rezan, suplican, calman, curan.
Manos de madre, de amantes, de amigos. Llevamos a nuestros hijos de la mano hasta que vuelan solos. Llevamos a los mayores que están transitando hacia una nueva y definitiva infancia. Apartamos un mechón de una frente querida. Quitamos un churrete. Alisamos una solapa -¡qué gesto más íntimo!-. Cogemos una cintura. Acompañamos una manita que empieza a ligar las letras de su nombre. Exploramos una piel amada. Cerramos ojos que nunca debieron perder la luz. Damos toques en una espalda amiga.
Manos que cocinan, que escriben, manos que saludan, que limpian. Manos que engrandecen al ser humano con su trabajo concienzudo y paciente. Manos que cosen.
Y las ponemos en un lugar de honor cuando describimos nuestra esencia con palabras. Procuramos echar una mano y estar a mano. A veces, nos cogen con las manos en la masa y nos lavamos las manos.
Ponemos las manos en el fuego aunque a veces nos quememos porque podemos dar la mano y que nos cojan el brazo. Pero así somos muchos, gente con el corazón en la mano que hacemos las cosas mano a mano.
Y no voy a hablar de esas otras manos. Manos duras, gente que se trae algo entre manos y no suele ser bueno. Ni de aquellos que buscan que comas en la palma de su mano para meter mano a tu corazón. Ni siquiera de aquellos que por omisión viven en gris, creyendo que siempre vale más pájaro en mano.
Y no les vamos a dar categoría de manos a las manos sucias que trafican, golpean, matan, empuñan un fusil, arman una bomba. No son manos las que humillan, hieren, apartan, cierran puertas, callan bocas, niegan saludos. Ya no son manos, son armas.
Benditas y humildes manos. Brindo mi mano a los limpios de corazón.
Imagen: fotografía personal. Cosiendo para regalar. 6 de julio de 2016.
Filosofía, ciencia, literatura... Todo un universo construido desde un órgano que nos hace lo que somos.
Somos seres pensantes -aunque unos más que otros, todo hay que decirlo-.
Y sin embargo, repasando el milagro que es el ser humano, yo me quedo con las manos.
Las manos acarician, asen, arrastran, sostienen, crean, rezan, suplican, calman, curan.
Manos de madre, de amantes, de amigos. Llevamos a nuestros hijos de la mano hasta que vuelan solos. Llevamos a los mayores que están transitando hacia una nueva y definitiva infancia. Apartamos un mechón de una frente querida. Quitamos un churrete. Alisamos una solapa -¡qué gesto más íntimo!-. Cogemos una cintura. Acompañamos una manita que empieza a ligar las letras de su nombre. Exploramos una piel amada. Cerramos ojos que nunca debieron perder la luz. Damos toques en una espalda amiga.
Manos que cocinan, que escriben, manos que saludan, que limpian. Manos que engrandecen al ser humano con su trabajo concienzudo y paciente. Manos que cosen.
Y las ponemos en un lugar de honor cuando describimos nuestra esencia con palabras. Procuramos echar una mano y estar a mano. A veces, nos cogen con las manos en la masa y nos lavamos las manos.
Ponemos las manos en el fuego aunque a veces nos quememos porque podemos dar la mano y que nos cojan el brazo. Pero así somos muchos, gente con el corazón en la mano que hacemos las cosas mano a mano.
Y no voy a hablar de esas otras manos. Manos duras, gente que se trae algo entre manos y no suele ser bueno. Ni de aquellos que buscan que comas en la palma de su mano para meter mano a tu corazón. Ni siquiera de aquellos que por omisión viven en gris, creyendo que siempre vale más pájaro en mano.
Y no les vamos a dar categoría de manos a las manos sucias que trafican, golpean, matan, empuñan un fusil, arman una bomba. No son manos las que humillan, hieren, apartan, cierran puertas, callan bocas, niegan saludos. Ya no son manos, son armas.
Benditas y humildes manos. Brindo mi mano a los limpios de corazón.
Imagen: fotografía personal. Cosiendo para regalar. 6 de julio de 2016.
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