Nunca he usado este blog como hoja de reclamaciones porque la grandeza de la escritura se aviene mal con las miserias de la vida cotidiana pero, mira, hoy no me puedo resistir.
Y no me puedo resistir porque tengo -qué menos- el derecho al pataleo y la ilusa creencia de que las redes sociales tienen, entre sus aspectos positivos, la capacidad de hacer visibles esas pequeñas injusticias que nos solemos callar y que nos amargan la vida, por la tomadura de pelo que suponen para los confiados usuarios.
Y aquí va el caso, para quien lo quiera leer.
Tiene a gala la compañía Samsung -como todos los gigantes multinacionales- dos cosas: fabricar buenos productos y dar una impecable atención al cliente.
Pero, como un rotundo refrán castellano afirma, 'dime de qué presumes y te diré de lo que careces'.
Ni una cosa ni la otra han demostrado. Tan solo una cicatera manera de actuar que no casa con el poderío y el lugar que ocupa Samsung en la telefonía móvil.
La historia comienza con la compra de un Note4 que da problemas desde el principio (un primer cambio a los cuatro días de la compra) pero que va trampeando hasta el 17 de mayo (justo un año después de su compra). Desde ese día, viaja tres veces al servicio técnico. En las dos primeras (aunque lo remiten como reparado), el móvil sigue funcionando de manera defectuosa. En la tercera (esta vez, Samsung lo recoge en el domicilio a través de una empresa de mensajería), comunican que el móvil no puede repararse y ofrecen la sustitución por otro modelo (la razón aducida es que ya no tienen Notes comercializados).
Una vez consultadas las características del ofrecido a cambio, compruebo que, aunque es superior en algunas cosas, adolece básicamente de una que yo consideré definitiva para la elección del terminal: el tamaño de la pantalla, muy superior a otros modelos.
En una llamada a la compañía se les comenta el caso y la necesidad de tener un terminal con una pantalla igual a la anterior.
Después de unos días, me contestan que o lo tomo o lo dejo, que o me intentan reparar el móvil (cuando lo daban por irrecuperable al ofrecer el cambio) o acepto el que me ofrecen. Punto.
Y aquí lo tengo: pequeño, con una pantalla a la que ya no estaba acostumbrada, sin capacidad de anotación con lápiz, sin las prestaciones de agenda del Note... Todo eso después de tres meses y medio sin el móvil original.
Consecuencias de todo esto: gastos (un móvil de sustitución para ir tirando), tiempo perdido, molestias, sensación de ninguneo y falta de respeto al cliente, frustración ante el terminal que debo usar ahora...
Mentiras de Samsung: no tienen Notes (sí tienen: uno de reciente lanzamiento), responden con una solución de igual o mejores características que el anterior defectuoso (evidentemente, no lo es y tenían dónde elegir para dar satisfacción a tanto fallo), compromiso de servicio técnico efectivo en garantía (¡¡¡¡17 de mayo-31 de agosto!!!!!).
Soluciones: ninguna. Pataleo y difusión. Y recomendaros que vayáis con mucho cuidado si os decantáis por Samsung.
Y chimpún.
Mañana intentaré escribir bonito para limpiar mi blog de toda esta mezquindad tecnológica y empresarial.
Y no me puedo resistir porque tengo -qué menos- el derecho al pataleo y la ilusa creencia de que las redes sociales tienen, entre sus aspectos positivos, la capacidad de hacer visibles esas pequeñas injusticias que nos solemos callar y que nos amargan la vida, por la tomadura de pelo que suponen para los confiados usuarios.
Y aquí va el caso, para quien lo quiera leer.
Tiene a gala la compañía Samsung -como todos los gigantes multinacionales- dos cosas: fabricar buenos productos y dar una impecable atención al cliente.
Pero, como un rotundo refrán castellano afirma, 'dime de qué presumes y te diré de lo que careces'.
Ni una cosa ni la otra han demostrado. Tan solo una cicatera manera de actuar que no casa con el poderío y el lugar que ocupa Samsung en la telefonía móvil.
La historia comienza con la compra de un Note4 que da problemas desde el principio (un primer cambio a los cuatro días de la compra) pero que va trampeando hasta el 17 de mayo (justo un año después de su compra). Desde ese día, viaja tres veces al servicio técnico. En las dos primeras (aunque lo remiten como reparado), el móvil sigue funcionando de manera defectuosa. En la tercera (esta vez, Samsung lo recoge en el domicilio a través de una empresa de mensajería), comunican que el móvil no puede repararse y ofrecen la sustitución por otro modelo (la razón aducida es que ya no tienen Notes comercializados).
Una vez consultadas las características del ofrecido a cambio, compruebo que, aunque es superior en algunas cosas, adolece básicamente de una que yo consideré definitiva para la elección del terminal: el tamaño de la pantalla, muy superior a otros modelos.
En una llamada a la compañía se les comenta el caso y la necesidad de tener un terminal con una pantalla igual a la anterior.
Después de unos días, me contestan que o lo tomo o lo dejo, que o me intentan reparar el móvil (cuando lo daban por irrecuperable al ofrecer el cambio) o acepto el que me ofrecen. Punto.
Y aquí lo tengo: pequeño, con una pantalla a la que ya no estaba acostumbrada, sin capacidad de anotación con lápiz, sin las prestaciones de agenda del Note... Todo eso después de tres meses y medio sin el móvil original.
Consecuencias de todo esto: gastos (un móvil de sustitución para ir tirando), tiempo perdido, molestias, sensación de ninguneo y falta de respeto al cliente, frustración ante el terminal que debo usar ahora...
Mentiras de Samsung: no tienen Notes (sí tienen: uno de reciente lanzamiento), responden con una solución de igual o mejores características que el anterior defectuoso (evidentemente, no lo es y tenían dónde elegir para dar satisfacción a tanto fallo), compromiso de servicio técnico efectivo en garantía (¡¡¡¡17 de mayo-31 de agosto!!!!!).
Soluciones: ninguna. Pataleo y difusión. Y recomendaros que vayáis con mucho cuidado si os decantáis por Samsung.
Y chimpún.
Mañana intentaré escribir bonito para limpiar mi blog de toda esta mezquindad tecnológica y empresarial.
Comentarios
Publicar un comentario