Ir al contenido principal

A través de los milenios

Riqueza olivarera
Grandísima importancia reviste al presente esta fuente de riqueza, única que resiste y se mantiene firme en medio de esa tremenda crisis porque están atravesando todos los productos agrícolas. Y entraña excepcional importancia, por la considerable riqueza que representa en España, significando en algunas provincias el principal elemento de vida, el único venero en que cifran muchos pueblos sus anhelos de bienestar y prosperidad.
La producción olivarera es uno de los principales rendimientos del hermoso y privilegiado suelo andaluz, y es elemento muy importante de las huertas levantinas y de las fértiles y poéticas vegas de Aragón y Cataluña.
La considerable riqueza que tal producción representa, bien merece del Gobierno y de todos los poderes, que fijen en ella su atención, y observando sus necesidades más perentorias procuren evitar ahora que todavía es tiempo, los amargos días que de otro modo no tardará mucho en sufrir este producto, que necesariamente ha de sentir los efectos de la crisis agrícola, cuyos reflejos llegan á todos los órdenes de la riqueza nacional.
Planteada estos días la cuestión en las Cámaras y en el periódico, merced á la iniciativa de los olivareros de Andújar y Montero, es preciso prestar atención y mirar con fijeza ese problema, que puede ser grave si se abandona, y cuyos perniciosos efectos pueden evitarse, por medios que hoy tienen á su mano el Gobierno y los productores.
Es preciso hacer algo. Se necesita que el gobierno, en uso de la función tutelar que le está encomendada, procure abrir amplios horizontes á la producción aceitera, y se precisa también que los cosecheros, siguiendo loables ejemplos con excelentes resultados practicados, hagan por sí lo posible para que la acción de unos y otros, lejos de ser estériles, se completen y aunados, den los óptimos frutos que todos deseamos. Y esto es indudable. Nada puede hacer la gestión aislada del gobierno y de los productores.
Poco se conseguirá augurando por los medios de que dispone un mercado, si en un mercado, como sucede en Suiza, se rechaza el aceite español por su mala elaboración, que anula sus excelentes cualidades.
Mucho han mejorado desde 1880, así la cogida de la aceituna como la fabricación de aceite, multiplicándose en Andalucía, Valencia y Murcia las prensas hidráulicas, pero todavía á no ser en las almazaras de grandes é inteligentes propietarios, no hay cuidado en separar las clases del aceite, ni de clarificarlo bien, ni se emplean todos los
procedimientos que dan precio tan alto á los de Marsella y Niza, con los cuales los españoles pudieran muy bien competir.
Sugiérennos estas consideraciones las palabras del señor Moret y del señor Navarro Reverter, pronunciadas en la sesión del Congreso el día 21 del pasado, merecedoras ciertamente de nuestro aplauso, como siempre quisiéramos tributárselo.
Seguiremos tratando de este importante asunto, con toda la perseverancia que requiere.

Pues no, no es de hoy ni de ayer esta noticia aunque, quitando un nombre de allí y poniendo un nombre de allá, bien podría serlo.
Es del 10 de julio de 1895, publicada en Las Provincias de Levante. Diario de la noche, en Murcia.
Que haga casi 125 años que el olivar clamaba por su futuro nos hace tener fe en que las circunstancias de ahora también serán solventables. Por supuesto, con la lucha, que a los de abajo solo el forcejeo con el poder les devuelve lo que es suyo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En lo alto, un ángel.  Mi padre le había hecho un agujero al portal de

Un solo, y completo, deseo

Viajamos en una nave que completa hoy su trayecto alrededor del sol, cerrando así un ciclo de vida. Cuando lleguen las doce y las campanadas den fe del cambio de año, entre los gestos rituales de las uvas, el cava y las sonrisas, hemos de sacar unos segundos para pedir deseos para nosotros y para aquellos que apreciamos y que pueblan nuestro mundo.  Es difícil elegir algo de entre todo lo que nos falta o de entre todo lo que se tiene y se quiere conservar. Solemos resumirlo precipitadamente en salud y que el año que se inicia sea mejor que el anterior. Algunos se aventuran a pedir que se cumpla un sueño que llevan largo tiempo acariciando. Los más conformistas piden quedarse como están. Los perezosos hacen suyos los deseos comunes y piden paz y alegría en el mundo, como si eso no dependiera de que se cumplan miles de anhelos previos. Hay quien esconde deseos, demasiado arriesgados para nombrarlos, y espera que se cumplan mágicamente solo por no decirlos en voz alta. Esperan que este qu

Echar agua en una canasta

Las frases hechas son un patrimonio del lenguaje. Pequeños tesoros que dejamos caer en nuestra conversación para que el buen entendedor los recoja. Las usamos y hacemos que nuestro discurso se llene de imágenes, de metáforas, de poesía... por muy árido que sea el tema o muy cotidiano el contexto. La frase que titula esta entrada es una joya. Aunque nunca se haya oído antes, cuando la decimos, nuestro interlocutor -a menos que sea un lerdo total- puede captar no solo qué queremos decir sino cómo nos sentimos para tener que decirlo. Sabrá que nuestro empeño nos parece vano, que nuestros esfuerzos nos parecen inútiles. Sabrá que estamos cansados, hastiados, rendidos, hartos, derrotados... Una joya del lenguaje con un sentido duro, doloroso. Cerramos los ojos y vemos al hombre -o a la mujer-  cuyo destino es llenar esa canasta. Echar agua y agua y agua aunque sabe que se cuela entre los mimbres y de ella no queda mas que la humedad que podrá pudrirla, pero nunca llenarla. En