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Crónica de la excepción. Día 11

De los creadores de Qué agobio, mañana es lunes y hay que ir a trabajar, llega Qué agobio, mañana es lunes y hay que ir al Mercadona.

Porque, os lo creáis o no, las tardes dominicales me han dejado de agobiar por una cosa y han pasado a agobiarme por la otra.

Para más inri, ayer me llegó por varios grupos un terrible audio donde se alertaba de un inminente estado de excepción y se alentaba a ir a comprar todo lo que pudiéramos y más porque las cosas se iban a poner muy feas.

Evidentemente, no le di crédito. Hay gente que tiene mal beber y otra gente que tiene mal aburrirse y echa mano de este tipo de cosas, claramente denunciables y punibles. Pero, oye, una gota más que añadir a ese vaso rebosante de amargura que nos va llenando el confinamiento y, sobre todo, la situación sanitaria.

A las nueve menos cuarto de la mañana, lista y embutida en los guantes, tapada con un pañuelo al mejor estilo Curro Jiménez y con el asa del carrito defendida con papel film, eché un vistazo y ahí estaba la cola. Moderada, pero bajo la lluvia, que siempre hace a las colas más neorrealistas, aunque no sean en blanco y negro.

Luego, todo mejoró: entrada a buen ritmo, un lavadito de manos y descubrir que tooooodos los lineales estaban llenos. Los huecos importantes estaban en las lentejas —excepto en las pardinas, allí llorosas— y el pescado congelado —que la gente ya ha comprado para la Navidad, no sea qué—. 
Esponjadita seguía la pasta y, por supuesto, los productos de limpieza.

El resto, maravillosamente completo, como si nada pasara. Claro que eran las nueve de la mañana: no respondo de lo que haya si vais ahora.
Daba gusto ver esos aceites, esas carnes, esas leches... Qué poco se necesita para pasar al optimismo y al buen rollo, qué poquito de normalidad necesitamos para confiar en que todo va a ir a mejor.

El temazo racionalicemos el miedo seguía por megafonía, pero alternado con el Mercadoooona de siempre, cosa que ya tranquiliza un poco.

Debo confesar que he comprado papel higiénico y que no lo necesitaba, pero creo que alguna flaqueza se me debe permitir, ya que sigo escrupulosamente el resto de prudentes medidas: confinamiento, no acaparamiento y aplausos a las 20:00.

Como veréis, no he mencionado el anuncio de ayer: dos semanas más de yomequedoencasa que nos llevarán hasta el 12 de abril. Cosa comprensible y que todos hemos asumido desde la confianza en que esto nos llevará a la salida.

Pero no lo he mencionado porque entonces tendría que volver a hablar de las noticias políticas, de los traes y llevas, de los quiero-encerrarme-más-que-nadie, de los ciegos y de los tuertos, de los viles y de los mezquinos, de los aprovechados, de los oportunistas, de los que no callan cuando deben y de los que hablan cuando no deben.
Y también tendría que hablar de los dolientes, de los que lloran a sus muertos, de los que luchan contra el bicho, de los que temen enfermar, de los que aguantan casas atestadas y convivencias complicadas, de los que han visto rotos sus planes y sus vidas, de los que esperan con desaliento, de los que se cansan, de los que lloran y de los que se lamentan. De todos nosotros, en fin.

Y prefiero, al menos hoy, contaros que he vuelto con bien —y espero que sin huéspedes— de mi incursión al Mercadona.

Sed fuertes.

Fotografías:
La puerta del Mercadona a las 8:54 y a las 9:03.
Lineales surtidos a las 9:19 y  a las 9:24. 





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