Ir al contenido principal

Crónica de la excepción. Día 16

—Cuando todo esto acabe, si este virus que asuela el mundo me respeta, voy a volver a Aquisgrán y al resto de ciudades que tan bien conocí.

—¿Volver a Aquisgrán? ¿Cómo has de volver donde nunca estuviste?

—Sí que estuve. Por supuesto que estuve.

En Aquisgrán me paseé con Carlomagno, admirándola como él, y me detuve en sus calles, donde fue coronado por primera vez Carlos V como Rey de los Romanos.

Volveré a San Petersburgo, con Pedro I El Grande, al que despidieron sin pesar sus súbditos. Sus plazas, pisadas por Pushkin, su ahijado, conservan sus versos en el aire. Versos de tierras lejanas: Del céfiro nocturno/éter fluye./Bulle,/huye/el Guadalquivir.

Regresaré a Ispahán, donde espero no cruzarme con la muerte contra la que chocó, inexorablemente, el criado que de ella huía desde Bagdad.

Gotemburgo me espera; me parece ver el éxodo interminable de los suecos que, durante un siglo, buscaron la vida al otro lado del Atlántico.

En las calles de Nairobi quizá crea ver, a la vuelta de una esquina, a la Blixen, aún bebiendo los vientos por Denys Finch Hatton, con su cara de Robert Redford.

Cuando llegue a Kabul, veré el cielo lleno de cometas.

Volveré a Praga y encaminaré mis pasos, como tantas veces hizo Kafka, a la Callejuela del Oro.

Aún resuenan tres disparos en las calles de Nueva Delhi y el He Ram! de Gandhi.

Cuando regrese a Lima, descubriré la mano de Pizarro en el trazado de la Plaza de Armas y en la ciudad que soñó.

Toda Lisboa sé que sigue impregnada de una Revolución que sacudió mi corazón adolescente.

Quizá me esperen en Buenos Aires, calle Corrientes, 348, segundo piso, ascensor. La penumbra es siempre el mejor sitio para la espera.

Volveré a Barranquilla, de donde nunca debió salir Gabo, y su aire cálido curará mis heridas.

Cádiz, refugió de la libertad y la valentía, relumbra al sol mientras me aguarda.

En Viena resonarán los compases de la música de Shostakóvich, tan atribulado en su patria y tan amado por siempre. Valsearé de puente en puente.

En Amritsar, quizá alguien me hable del abuelo del abuelo del abuelo de su abuelo que conoció al mismo Marco Polo, cuando la Ruta de la Seda era el gran camino.

Volveré a Culloden; ya estuve allí, preparando la batalla. La llamarada roja de Jamie Fraser sobresale entre los suyos.

Y, de batalla en batalla, en Baler cantaré Yo te diré con los últimos de Filipinas.

Cuando regrese a Nápoles, confundiré las voces de Dalla y de Caruso, callejuelas abajo: Te voglio bene assai/Ma tanto, tanto bene, sai,/È una catena ormai,/Che scioglie il sangue dint’e vene, sai.

Quizá en Sarajevo querré caer en la tentación de advertir a Francisco Fernando y a Sofía y, con ellos, a toda Europa; pero no lo haré, porque todo está escrito.

Y al llegar a Ushuaia, el penal ya no mostrará más que el recuerdo de haber sufrido.

No hay que pisar calles para estar en sitios, como no hay que dormir para soñar. 
Voy a volver a Aquisgrán, donde nunca estuve.


Fotografía: Aquisgrán. Sin autoría. En el blog de Fernando Díaz Villanueva.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Deseos de fin de año

En esta tesitura del fin de año, todos nos tomamos un tiempo para pedir deseos -para nosotros y para aquellos a quienes queremos- y las listas, sorprendentemente, son coincidentes y contienen tres o cuatro cosas en las que nos ponemos de acuerdo, como por arte de magia, después de todo un año de desencuentros públicos o privados. Mis deseos para el dos mil veinticinco son sencillos y se resumen en tener, ni más ni menos, lo que tenía en esa fotografía tomada una soleada mañana en la galería de mi casa de Miguel Romeu. Y que era, a saber: La salud despreocupada de quien tiene un cuerpo que funciona cada día sin mandar señales. La alegría genuina y el entusiasmo ante lo venidero sin el velo sucio que le ponen las consideraciones negativas. La pasión frente a lo que se hace en cada instante, sin rumiar sobre el momento que pasó o sobre el venidero. La certeza de ser querida porque sí, sin condiciones, porque a eso se viene al mundo. La conformidad con los días y sus afanes y la capacidad ...