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Crónica de la excepción. Día 17

Si tuviera que escribir esta crónica desde el estado de ánimo que me embarga la mayor parte del tiempo, quizá sería mejor dejarla donde está y ahorraros los vaivenes emocionales —normalmente entre el a ver cómo salimos de esta y de esta no salimos— entre los que voy dando bandazos.

Anoche, por ejemplo, ver al presidente del gobierno envejecer por momentos —como en esos memes que no hace mucho nos hacían tanta gracia— y darnos una noticia mala detrás de otra regular, fue un punto en el cual sentí que esto no iba a ser tan duro como pensábamos, sino mucho peor.
Y me dije a mí misma que mejor dejar de escribir.

Pero las almohadas se hicieron para que consultemos con ellas y, tras una consulta sosegada, he decidido que todavía vale la pena pergeñar unas líneas cada día que unos amigos de buena voluntad leen con una atención no merecida. 
Si los que están en primera línea de batalla, dejándose la piel, no se rinden, qué menos los que estamos aquí, relativamente a salvo, en nuestras fortalezas.

Así que aquí estoy. Y esta vez recordando algo bello que tengo la ilusión de lucir cuando, de verdad y por fin, llegue la primavera.

La historia es esta: el primer día en que escribí la crónica (viernes, 13 de marzo), el último en que salí con algo parecido a la normalidad —luego ya sabéis que solo han sido las arriesgadas incursiones en el Mercadona— fue para recoger una joya que tenía encargada.

Su autora, que trabaja artesanalmente joyas que le gustan y que, a veces, transforma la ilusión de alguien en algo material que lucir y legar, se llama Pepi Medina.

De todas las fotografías, cientos y cientos, que tenemos, qué difícil resultó escoger una que representara lo más querido; no todo podía salir: han quedado fuera la Camorra, el río, el puente, el pantano... 
Pero, al fin, el pueblo y el Camorro, la sierra que nos enmarca y define, fue la imagen elegida.

Recuerdo ese día: Vadofresno estaba en fiestas y, desde allí, viendo un partido de fútbol, se hizo esa foto. Eran las 21:02 horas de un 28 de julio de 2007. Días comunes y corrientes que ahora tienen toda la belleza de la felicidad inconsciente.

Hacía tiempo que quería llevar cerca del corazón ese paisaje que ya llevo dentro porque es aquel en el que vi la luz y donde están, ya para siempre, aquellos que más me querían.

Un aliciente más para esperar el día de la vuelta a la risa y a la calle; de la vuelta a la gente, a los abrazos y a sentirnos vivos: lucir mi tierra cerca del corazón.

Fotografías:
Diseño previo hecho por la autora, Pepi Medina.
Composición final con la foto (Cuevas de San Marcos y el Camorro) y la joya, también de Pepi Medina.
Yo misma, ensayando en casa el orgullo de lucirla.

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