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Crónica de la excepción. Día 7

Mirad qué fotografía os muestro.

Posa Julieta, pero es Julieta en modo metáfora. En realidad, somos cada uno de nosotros hoy, a 19 de marzo, el séptimo día de la nueva era.

Miramos hacia fuera porque teníamos tanta vida más allá de nuestros portales que no sabemos qué hacer sin esa parte que nos completa.

Teníamos los paseos bajo el sol y correr cuando chispeaba.
Teníamos las colas en el súper y los súper sin colas, todo en el mismo día y por el mismo precio.
Teníamos las visitas y los encuentros.
Teníamos la alarma y la satisfacción de apagarla de un manotazo, antes de renegar un poquito del desalmado lunes.
Teníamos los saludos protocolarios, los besos cariñosos, los abrazos de ánimo, los contactos furtivos.
Teníamos los cines y el precio abusivo de sus palomitas.
Teníamos el trabajo del que agotarse, pero al que dedicar lo mejor de nosotros.
Teníamos los centros comerciales y el curioseo del solo estoy mirando y el toqueteo de esto y de lo de más allá y las colas en los probadores con ocho prendas en cada brazo.
Teníamos las operaciones salida —siempre escalonadas, disciplinados que somos— y las vueltas y revueltas antes de encontrar sitio en la playa.
Teníamos los pipicanes llenos de gente que confraternizaba e intercambiaba mimos a los cachorros ajenos.
Teníamos un velador con una Coca Cola y un plato de boquerones.
Teníamos una cena entre amigos y pagar a escote.
Teníamos el capricho de ir a urgencias porque había un dolorcillo aquí o allí y el desahogo de protestar si esperábamos más de la cuenta.
Teníamos unas manos toconas y unas bocas habladoras y una distancia de seguridad muy mediterránea, o sea, muy mínima.
Teníamos chillidos de niños, carreras, gorgoritos, llantos y teníamos, incluso, restaurantes sin nada de eso.
Teníamos visitas a los abuelos.
Teníamos patinetes imprudentes que esquivar y semáforos atravesados que cambiaban a rojo justo cuando llegábamos.
Teníamos vecinos en el ascensor, compañeros en el trabajo, conocidos en la calle, amigos en todas partes.
Teníamos los días desiguales, los fines de semana, los puentes, las vacaciones.
Teníamos la feria de nuestro pueblo, las procesiones, los castellers, las Fallas, las novenas, el besamanos de las imágenes, los conciertos, los karaokes, Sant Jordi, la Feria del libro, el mercado de San Antonio, el Rastro, el Prado, el Retiro, la Ciudadela.
Teníamos proyectos en marcha, citas ineludibles, agendas complicadas.
Teníamos el fútbol, los ciclistas ralentizando la carretera, el turisteo dominguero, la petanca, los niños en los columpios.
Teníamos toses que no nos provocaban un miedo pavoroso.
Teníamos noticias variadas: de aquí, de allá, de esto, de lo otro. Teníamos miles de temas de conversación.

Teníamos tanto que ahora creemos que no tenemos nada.

Mientras recuperamos lo que teníamos, ninguna receta es infalible. Quizá un consejo, resumido en este maravilloso verso: La salida es hacia dentro.

La salida es hacia dentro o, por lo menos, la puerta de emergencia.

Fotografía: Julieta contempla la calle. Hoy, a las 9:58.




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