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Crónica de la excepción. Día 20


Antes que nada, tranquilizaros a todos: incursión al Mercadona en normalidad absoluta (de acceso, de gente en el interior y de productos disponibles), exceptuando lo de racionalicemos el miedo, que sigue sonando y que da, paradójicamente, mucho miedito.

Dicho esto, constatar que seguimos en estado de estupor. 
Pasando por las fases de todo trauma y todo duelo, pero desordenadamente y en un totum revolutum que no hay cabeza que lo ordene. Lo mismo estamos negando lo que nos está pasando, que aceptándolo, que cabreándonos contra todo y todos, que deprimidos y arrastrando nuestro cuerpo finito por el pasillo de casa... 
En fin, la pesadilla de cualquier terapeuta que tenga que sacarnos después del marasmo vital en que hemos caído. 
Eso sin contar que los que tengan que resolver las despedidas sin despedida o los adioses abruptos lo tendrán mucho peor.

Así que no nos queda otra que aceptar que nuestros estados de ánimo van a seguir en la montaña rusa durante mucho tiempo: lo que dure el confinamiento y más allá.
Pertrechémonos de paciencia con nosotros mismos, para empezar, y de las pequeñas herramientas que nos hagan el día a día más soportable.

A saber: los whatssapeos o llamadas con amigos y familia, a ser posible para no hablar del coronavirus; las lecturas absorbentes, que nos saquen del sofá y nos transporten en tiempo y espacio; el trabajo que tengamos pendiente, con concentración y esperanza en que sirva para algo; los hobbies, si los tuviéramos y no implicaran montañismo, senderismo, deportes al aire libre, viajes, turisteo o similar, o sea, los hobbies caseros; las redes sociales, evitando las aguas peligrosas y los remansos traicioneros —ya vamos conociéndolas y más que las conoceremos ahora—; la información mesurada, serena, que nos aporte datos realistas y objetivos —lo sé, esto es de lo más difícil que he enumerado hasta ahora—; el humor, de donde venga: una buena carcajada, una sonrisa leve, ironía, humor blanco, sarcasmo, humor negro... todo sirve, que el humor es al espíritu como la ventilación al ambiente: airea, limpia y sanea.

Y aquí os dejo un botón de muestra, la tía Pepa, que lo peta en Youtube. Dicen que si es una familia derechona, que si son unos pijos, que si se ríen de ella (y no, cooon ella), que si tal, que si cual... 
Yo lo que sé es que me aireo y me saneo viendo una vieja sin pelos en la lengua y viviendo en un universo paralelo.
¿Qué dices, chiquillo, que no va a haber Semana Santa? Vamos, es que me lo como o me la como, la que sea. Semana Santa tiene que haberla forsosamente.

Vídeo: corte de Tú puedes estar muy enfermo. Canal Mi tía Pepa y yo. Youtube.




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