Ayer empezó el mes de abril y empezó de manera totalmente abrileña: con el cielo encapotado y una lluvia persistente; a veces sirimiri, a veces enfurecida.
En abril, aguas mil. Y así parece que vamos a seguir hoy.
Las redes se llenaron, como no podía ser de otra manera, de la canción de Sabina, ¿Quién me ha robado el mes de abril? o del poema de Machado, Abril florecía frente a mi ventana.
Normal, yo también caigo en esas referencias prácticamente cada año, menos este, en el que la preocupación por el bicho y que fuera día de abastecimiento ocuparon mi cabeza casi en exclusividad.
Es curioso cómo hay noticias y circunstancias que se nos están pasando por alto, siendo como eran antes primordiales y ocupantes de una buena parte de nuestro interés.
Me gustaría saber, por mera curiosidad, qué audiencia tienen ahora los espacios dedicados al tiempo en los noticiarios.
A estas alturas, los madrileños que se iban a la costa valenciana, los catalanes que querían saber si podrían acabar sus días de esquí de la temporada, los que tenían que moverse a pueblos y ciudades varios, los cofrades —llorando ya antes de tiempo si el cielo se oscurecía—, los que pretendían pillar el primer colorcito del año...
En fin, la gran mayoría de este país, se chistaba para que se hiciera el silencio en la mesa cuando el oráculo, perdón, el hombre del tiempo de turno, salía a darnos detalle de por dónde irían las borrascas, los anticiclones, las temperaturas elevadas o gélidas para el tiempo en que estábamos.
Tirando de ese hilo, aparecían los gerentes de hoteles, los camareros, los encargados de casas rurales, los portavoces de líneas áereas y ferroviarias... calculando cómo estaba la previsión y si era o no mejor o peor que la del año pasado.
Y nosotros, cada uno en la medida de sus gustos y posibilidades, soñábamos con el paraíso cercano, antesala del verano: tapas y terracitas, hamacas, paseos, excursiones, pueblos queridos, cuerpos al sol...
¿Y este año? ¿Quién mira la predicción del tiempo? Ya no nos importa.
La arena de las playas, la nieve de las cumbres, la tierra de los senderos, las aceras y caminos, los bosques sosegados, las baldosas de las calles y avenidas... todo aquello que bullía en la próxima semana seguirá estando ahí, pero sin nosotros.
Nos dará igual que caiga un chaparrón o nieve, que estemos por encima o por debajo de los veinte grados.
¿Y qué hace la naturaleza? ¿Se enfada por ello con nosotros?
No. No nos guarda rencor porque no la admiremos si no podemos disfrutarla.
Florece, sigue su curso y nos espera hasta que podamos volver a mirarla, esta vez con nuevos ojos, como se merece.
Fotografía: las moreras de mi calle, hoy, llenas ya de brotes verdes. 11:10 de la mañana.
AL Final el mes de abril...
ResponderEliminarEl solecito asoma ahora durante más tiempo útil, por eso del cambio de hora, por el patio (patiito) de atrás. Pero ni eso me consuela. Voy.
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