Ir al contenido principal

Crónica de la excepción. Día 27

A estas alturas, ya sabemos de sobra que no vamos a salir indemnes de esta situación.

No podemos salir indemnes porque —solo hasta el día de hoy— hay más de catorce mil familias llorando a unos muertos de quien ni siquiera pudieron despedirse.
No podemos salir indemnes porque —solo hasta el día de hoy— hay más de ciento cuarenta y seis mil familias pendientes de la evolución de sus seres queridos; en la mayoría de los casos, con noticias espaciadas y poco precisas.
Y no podemos salir indemnes porque —solo hasta el día de hoy— hay casi novecientas mil familias que no saben cuándo volverán a tener ingresos, cómo serán estos, si recuperarán sus puestos de trabajo y en qué circunstancias.
Y tampoco podemos porque hay dos millones seiscientas mil familias que están en un limbo en el que han visto reducidos sus ingresos y que no saben si, finalmente, será ese limbo la pasarela hacia un paro definitivo.

En fin, que a estas alturas, aquellos que tenemos la suerte —porque así hay que llamarla— de sufrir un simple confinamiento en casa, por duro que se nos haga, deberíamos no permitirnos frivolidades ni humores a costa de.

Pero es que somos humanos. 
Y la humanidad tiene una grandísima cualidad que le ha llevado a superar los destinos más trágicos y las desgracias más afiladas: el afligirnos por pequeñeces como vía de escape y el secuenciar en círculos concéntricos el dolor hasta llevarlo —incluso el más agudo e insufrible— a una lejanía llevadera.

Así, nos permitimos acongojarnos por nimiedades que se instalan como una pequeña bolita dura y casi tangible en el plexo solar, que nos dificulta el quehacer cotidiano porque va y viene de ese centro corporal a la cabeza y vuelta a empezar, mientras a nuestro alrededor se derrumba el mundo.

Heme a mí aquí, sin ir más lejos, pensando en la absurda obligación de mañana y notando el tamtam en el plexo solar.

E imaginando con humor negro —siempre esas fabulaciones que me dominan—mi trágico destino.



Luego, la noche teje con tus frivolidades un espesura de plomo que te devuelve de nuevo a la realidad y se llora por todo lo perdido y por los perdedores, que somos cada uno de nosotros y su conjunto.

Fotografías: algunos de los miles de memes que vamos recibiendo estos días.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En lo alto, un ángel.  Mi padre le había hecho un agujero al portal de

Un solo, y completo, deseo

Viajamos en una nave que completa hoy su trayecto alrededor del sol, cerrando así un ciclo de vida. Cuando lleguen las doce y las campanadas den fe del cambio de año, entre los gestos rituales de las uvas, el cava y las sonrisas, hemos de sacar unos segundos para pedir deseos para nosotros y para aquellos que apreciamos y que pueblan nuestro mundo.  Es difícil elegir algo de entre todo lo que nos falta o de entre todo lo que se tiene y se quiere conservar. Solemos resumirlo precipitadamente en salud y que el año que se inicia sea mejor que el anterior. Algunos se aventuran a pedir que se cumpla un sueño que llevan largo tiempo acariciando. Los más conformistas piden quedarse como están. Los perezosos hacen suyos los deseos comunes y piden paz y alegría en el mundo, como si eso no dependiera de que se cumplan miles de anhelos previos. Hay quien esconde deseos, demasiado arriesgados para nombrarlos, y espera que se cumplan mágicamente solo por no decirlos en voz alta. Esperan que este qu

Echar agua en una canasta

Las frases hechas son un patrimonio del lenguaje. Pequeños tesoros que dejamos caer en nuestra conversación para que el buen entendedor los recoja. Las usamos y hacemos que nuestro discurso se llene de imágenes, de metáforas, de poesía... por muy árido que sea el tema o muy cotidiano el contexto. La frase que titula esta entrada es una joya. Aunque nunca se haya oído antes, cuando la decimos, nuestro interlocutor -a menos que sea un lerdo total- puede captar no solo qué queremos decir sino cómo nos sentimos para tener que decirlo. Sabrá que nuestro empeño nos parece vano, que nuestros esfuerzos nos parecen inútiles. Sabrá que estamos cansados, hastiados, rendidos, hartos, derrotados... Una joya del lenguaje con un sentido duro, doloroso. Cerramos los ojos y vemos al hombre -o a la mujer-  cuyo destino es llenar esa canasta. Echar agua y agua y agua aunque sabe que se cuela entre los mimbres y de ella no queda mas que la humedad que podrá pudrirla, pero nunca llenarla. En