Ir al contenido principal

Crónica de la excepción. Día 36

Hoy he sacado el coche a pasear. 
Que dicen mucho de los perros, ahora hablan de los niños... 
Pero, ¿y los coches? 
Ya sé que no son esas cafeteras que se morían de la pena si no los movían en tres días, pero el mío llevaba ya su mesecito largo esperando pacientemente a que fueran a por él.

Así que, sobre las nueve de la mañana, lo llevé a dar una vuelta a la manzana: salir por el aparcamiento, girar a la derecha, enfilar mi calle y giro en redondo para entrar en el Mercadona.
El pobre se quedó como consternado; supongo que esperaba sus buenos 100 km —qué menos—, sus parones en los semáforos (que es muy moderno y muy ahorrador y se para del todo), su viento en el parabrisas... qué sé yo, lo que todo coche creo yo que se muere por hacer.
Pero no, ese ha sido el paseíto. Y gracias.

Como se puede apreciar, yo iba enfundada en mis guantes. No aquellos glamourosos de cabritilla, con sus agujeritos y su enganche hacia el pulgar. No aquellos que utilizaban las señoras conductoras de principios del XX en sus excursiones románticas y prematuramente motorizadas. 
Unos de vinilo, de dudosa estética, aunque de utilidad reconocida. También con mascarilla, of course, aunque no salga en la foto.

El párquin ya se iba llenando a hora tan temprana y tanta es la prisa que me ha entrado que me dejé mi cochecito abierto, así, a lo loco, como una caballería atada a la reja.

Dentro, todo en orden —menos guantes, eso ya no hay—. Una ligera musiquilla, un poquito menos de silencio que hace unos días y la recomendación de racionalicemos el miedo taaaaan bajita que había que aguzar mucho el oído para entender lo que nos estaban diciendo.
La vuelta, pues nada, en sentido inverso, como es normal, y un limpioncillo generoso en volante, palanca de cambios, maneta y botón de la radio. Entre eso y los guantes, creo que no he dejado huellas del crimen.

Ahora, sus buenos diez diitas viendo pasar la vida desde el balcón que, oye, hasta le estamos cogiendo el punto.

¿Que vaya una crónica sosa la de hoy?
Eso es porque no os he dicho que no me dormí hasta las cinco  de la mañana pensando en que tenía la incursión por delante.
Lo interesante hubiera sido contaros todo lo que pasó por mi cabeza, pero eso ya es otra historia.

Fotografías: camino de ida y vuelta. Entre las 8:52 y las 9:38 de la mañana.


Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Volver sin poder volver

Y te haces los kilómetros sabiendo que vuelves sin volver. Porque no se puede volver al abrazo de una abuela, a un cine de verano, a los bancos del paseo donde se cruzan las primeras miradas de deseo, a bañarte en una alberca, a oír los campanillos de los mulos. No se puede volver a las calles empedradas, a las noches en el zaguán, a que manos queridas te monden las pipas, a retreparte en una silla de enea, a la feria con amigas, a la tienda de Silvestre. No se puede volver a llenar un cántaro, a guardar sitio en las pilas, a sentarse en un tranquillo a ver pasar la vida, a que te pregunten de quién eres. No se puede volver a esperar la alsina de Málaga, a ver los carteles del cine de Pavón, a comprar magnesia en un cartuchito, a subir a la carretera a ver cómo anochece. No se puede volver a la Galaxy, a comer pimientos en los Vaqueros, a encargar un jersey en las Arjonas, a aguantar las miradas subiendo frente al Estrecho. No se puede volver a escuchar los chascarrillos de tu abuelo, ...