Esta fotografía, que es la única que va a ilustrar la crónica de hoy, es un pantallazo de una noticia publicada por El Periódico en su edición digital de ayer, 18 de abril.
Fue en paralelo con el folleto-panfleto que se publicó en el Canalsalut de la Generalitat de Catalunya y que incendió las redes y avivó la polémica a última hora de la noche.
No voy a comentar, aunque mucho se podría, sobre dicho panfleto y sus instrucciones descabelladas, ni sobre el juego político que supuso su publicación, ni sobre los intereses que unos y otros están poniendo sobre el tapete sin pudor ni vergüenza.
Solo voy a leer con vosotros lo que se dice y lo que significa y cómo, a estas alturas de la situación, estamos tan anestesiados o abducidos o resignados, o vaya usted a saber qué, que nos impide salir a los balcones a gritar como locos que basta ya, que estamos dispuestos a extinguirnos si hace falta, pero como seres humanos dignos y no como un rebaño hacinado camino del matadero, acríticos y amordazados.
Les pongo en situación, aunque pueden leer la noticia entera en el enlace del primer párrafo.
La consellera de Salut de la Generalitat de Catalunya, Alba Vergés, hace unas declaraciones, que transcribe el diario, sobre la salida de los niños y las circunstancias en que esta se hará e insiste en que será a finales de la próxima semana (posteriormente contradicha por el gobierno central).
Pero lo que nos interesa son las tres líneas de ese pantallazo en las que se dice: Si en algún momento vemos que hay un rebrote, daremos marcha atrás. Líneas que, entrecomilladas como están, son literalmente lo que dijo la consellera (en catalán, por supuesto).
Y por fin llego al horror al que quería llegar; la lectura comprensiva de esas palabras es: vamos a sacar a los niños, a los adolescentes y a sus familias a la calle y, si vemos que los muertos repuntan, pues damos marcha atrás y volvemos al confinamiento total.
Señores: la medida de los que nos gobiernan para actuar son nuestros muertos y nuestros dolientes y nuestros enfermos. Ustedes y yo. Mi familia y la suya. Mis amigos y los suyos.
Vamos a dar un paso —sin nada que lo avale, sin test, sin medicamentos de contención, sin estudios previos— y, por ensayo y error, si los muertos aumentan —NOSOTROS SOMOS LOS MUERTOS FUTUROS—, sabremos que nos hemos equivocado y ya si eso, probamos otra cosa.
Y esa noticia pasa sin pena ni gloria, y esa consellera sigue en su puesto, y ese govern que la avala en el suyo, y ese gobierno central que controla, en el suyo, y los periodistas recogen sus micrófonos y mandan su crónica.
Y la vida sigue, y aunque el coronavirus parece que hace perder los sentidos del gusto y del olfato, la gestión política ha perdido el sentido común y nosotros hemos perdido la capacidad crítica.
Aún no me he repuesto y leo y leo la aparentemente sesuda e inocente frase: daremos marcha atrás si hay un rebrote y pienso en las vidas que pueden formar parte de ese rebrote, en manos de quien no sabe lo que tiene entre manos.
¿Consuelo? Todos y cada uno de nosotros podremos ser partícipes de esta victoria —porque se venderá como una victoria, aunque no haya monolito capaz de acoger los nombres de tantas víctimas— y podremos ser los que hicieron por su paisito —pónganle ustedes las fronteras donde quieran, que en eso somos muy generosos— una inmolación inestimable y descartaron, no una solución, sino una ocurrencia.
Los míos y yo, por cierto, preferiríamos no ser tan patriotas y que rebroten otros, los que más de acuerdo estén.
Fotografía: pantallazo de la noticia de El Periódico, edición digital del 18 de abril de 2020.
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