Ir al contenido principal

Crónica de la excepción. Día 44

Hoy es San Marcos.

Es el patrón de mi pueblo, que lo lleva en su nombre —Cuevas de San Marcos—, y también el patrón de El Montmell, un pueblito al que nos vinculamos hace unos años.
Cosas de la vida: ambos tienen unas sierras parecidas, la misma altura desde el nivel del mar y su patrón en común.

Hoy hubiera sido día grande en ambos.

En Cuevas se hace una romería multitudinaria —antes era al puente; ahora, desde hace años, al pantano— donde hay comida, bebida, cante, baile y el paseo del patrón desde la iglesia hasta el pantano.
En El Montmell, más reducida en participación, algo parecido.


Este año 2020 no se celebrará ninguna de las dos por la excepcionalidad en la que estamos viviendo.

El día del patrón es la excusa perfecta para celebrar la vida. Da igual que se sea creyente o no, que le pidas al santo salud y protección con la fe intacta o que, simplemente, te quedes con el jolgorio y el punto de emoción que siempre ha sabido tener la liturgia.

Así, en un día como hoy, la gente brinda por la amistad, por la alegría de vivir, por los encuentros y reencuentros, por uno de esos chispazos de felicidad que tejen lo mejor de nuestras vidas.

Hoy no va a poder ser.
Yo brindo con mis paisanos y con los ciudadanos de El Montmell por el año que viene, con la esperanza de que, al salir de este mal sueño, tengamos otras muchas oportunidades de recuperar el tiempo perdido.

Mientras, me pregunto si las jacarandás, calle abajo, estarán, como cada año, en flor.

Fotografías:
Cuevas de San Marcos. Vista desde la carretera de Rute, hace algunos años.
La Juncosa del Montmell. Vista desde nuestra casa. 24 de septiembre de 2018.
Las jacarandás de la calle Frederic Prats. El año pasado, a primeros de mayo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En lo alto, un ángel.  Mi padre le había hecho un agujero al portal de

Un solo, y completo, deseo

Viajamos en una nave que completa hoy su trayecto alrededor del sol, cerrando así un ciclo de vida. Cuando lleguen las doce y las campanadas den fe del cambio de año, entre los gestos rituales de las uvas, el cava y las sonrisas, hemos de sacar unos segundos para pedir deseos para nosotros y para aquellos que apreciamos y que pueblan nuestro mundo.  Es difícil elegir algo de entre todo lo que nos falta o de entre todo lo que se tiene y se quiere conservar. Solemos resumirlo precipitadamente en salud y que el año que se inicia sea mejor que el anterior. Algunos se aventuran a pedir que se cumpla un sueño que llevan largo tiempo acariciando. Los más conformistas piden quedarse como están. Los perezosos hacen suyos los deseos comunes y piden paz y alegría en el mundo, como si eso no dependiera de que se cumplan miles de anhelos previos. Hay quien esconde deseos, demasiado arriesgados para nombrarlos, y espera que se cumplan mágicamente solo por no decirlos en voz alta. Esperan que este qu

Echar agua en una canasta

Las frases hechas son un patrimonio del lenguaje. Pequeños tesoros que dejamos caer en nuestra conversación para que el buen entendedor los recoja. Las usamos y hacemos que nuestro discurso se llene de imágenes, de metáforas, de poesía... por muy árido que sea el tema o muy cotidiano el contexto. La frase que titula esta entrada es una joya. Aunque nunca se haya oído antes, cuando la decimos, nuestro interlocutor -a menos que sea un lerdo total- puede captar no solo qué queremos decir sino cómo nos sentimos para tener que decirlo. Sabrá que nuestro empeño nos parece vano, que nuestros esfuerzos nos parecen inútiles. Sabrá que estamos cansados, hastiados, rendidos, hartos, derrotados... Una joya del lenguaje con un sentido duro, doloroso. Cerramos los ojos y vemos al hombre -o a la mujer-  cuyo destino es llenar esa canasta. Echar agua y agua y agua aunque sabe que se cuela entre los mimbres y de ella no queda mas que la humedad que podrá pudrirla, pero nunca llenarla. En