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Crónica de la excepción. Día 45

Hoy era el gran día para los niños.

Todos, como los noticiarios se encargaban de recordarnos, se sabían las normas al dedillo: en un kilómetro alrededor de casa, una hora como máximo, sin poder subirse a los columpios y sin jugar con otros niños con los que se encontraran.

Así que, después de desayunar y poco más, nos hemos ido al balcón a ver pasar niños.

Y los hemos visto: en carrito, más pequeños, más mayorcitos, con patinetes, de la mano de sus padres, caminando y saltando pizpiretos cerca de ellos, cantarines, saludando a gente conocida que, a su vez, los saludaba desde sus balcones...

Y nosotras los señalábamos tan alborozadas como ellos. Parecía un hecho extraordinario y palmoteábamos contentas al ver otro y otro y otros más allá. 

Era como si una especie en peligro de extinción hubiera, de repente, decidido hacerse presente y salir de sus escondrijos, donde quiera que estos estuvieran.

Y la ocasión merecía inmortalizarse con estas fotografías que os adjunto: era la sorpresa de una precaria normalidad que volvemos a reencontrar después de tantos días.

Mientras escribo esto oigo a lo lejos sus voces, en las que nunca antes habíamos reparado como ahora. Están jugando a algo que merece una cuenta atrás: tres, dos, uno.  
Y parece una metáfora de la cuenta atrás en la que estamos desde hace tanto: la cuenta atrás para doblar la curva, la cuenta atrás para que la gente deje de caer, la cuenta atrás para salir a la calle, la cuenta atrás para trabajar, la cuenta atrás para acabar con esta pesadilla...

Ojalá que este primer alivio de luto sea eso, un alivio, y no un retroceso. De nada parecen servir los expertos que cada día nos sorprenden con una teoría distinta y nos sobresaltan con opiniones dispares y contradictorias.
Ojalá estos niños en las calles sean lo que prometen: la recuperación de la vida perdida.

Fotografías: instantes con niños. Poco antes de las once de la mañana, hoy.




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