Me dice un amigo que echo unos sermones muy largos por aquí. Así que, en su honor, el de hoy va a ser cortito.
Me ha tocado salir —casi dos horas en total, entre pitos y flautas; es decir, entre compra, veterinaria y farmacia— y el paseo ha sido desolador.
Porque Hospitalet debería estar así un domingo a primera hora; un Jueves Santo como hoy, con la gente huyendo hacia el Mediterráneo; un mes de agosto a las cuatro de la tarde...
Qué sé yo, en cualquier otro momento, menos hoy, cuando sabemos que tras ventanas y balcones está la vida que no vemos.
Bueno, tras ventanas y balcones... y en la cola del Mercadona.
Enfilando la plaza del Polideportivo. Carritos y perros que acompañaban a gente.
Nadie con quien pegar la hebra ni dar los buenos días.
Los jardines de Can Sumarro, tan tristes.
Ni niños, ni aperitivo festivo.
Propuestas que se quedaron en el limbo.
Can Riera, solitaria de nuevo, como si hubieran vuelto los huertos.
Xipreret, silenciosa.
Al salir del ascensor, más desolación.
Igual que escaleras abajo.
Vemos solo a quien lleva salvoconducto.
Un negocio cerrado.
Y otro.
Y otro.
Y otro más.
Algunos quizá no regresen.
Solo persianas metálicas.
Por fin, un servicio esencial abierto.
Ya de vuelta. La Plaza, ensordecida por el silencio.
No solo de Mercadona vive el hombre. Discreta cola.
Y el banquito de mi calle. ¿Os acordáis? Os hablé días atrás de él. Más solitario que nunca.
Lo que mi terraza ve.
En fin, este año no hay procesiones en las calles, pero las hay en más corazones que nunca: la procesión va por dentro.
Fotografías: imágenes urbanas de mi recorrido de esta mañana. Entre las 8:56 y las 11:01.
Qué triste Ana! Todo pasará, con la esperanza que sea pronto... 💝😘
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