Ir al contenido principal

Crónica de la excepción. Día 59


La naturaleza ha decidido echarnos una mano y ha dado un pasito atrás en esta primavera-verano que teníamos encima.
Hoy ha amanecido lloviendo y la temperatura ha bajado considerablemente. Parece que vamos a entrar así en la próxima semana y será el clima generalizado en casi toda la península.

Menos mal: el descerebramiento que habíamos ido observando en la gente (ya sé que otros muchos son cumplidores a rajatabla, no es esto algo que se dude) estaba llevándonos a ciertos repuntes (tímidos, pero ahí están) que ha hecho imposible que algunas comunidades o provincias pasen a la famosa fase 1, donde se abriría algo más la mano.

Las quejas no han tardado en oírse: que si hay razones políticas, que si pagan justos por pecadores, que si quién pone los marcadores... En fin, quejas fruto del aburrimiento, de la desesperación económica o, por supuesto también, del quéproponesquemeopongo, aspecto este muy de nuestra idiosincracia.

La mayor parte de Cataluña se ha quedado en fase cero, así como la provincia de Málaga —y mi pueblo con ella—. 
A despecho de las voces, tranquilas o furibundas, que se han echado las manos a la cabeza porque ya se veían sacando algo más la patita, el análisis —tristísimo y preocupante— que hay que hacer es por qué siguen aumentando los contagiados cuando ya deberían ir para atrás, y cuáles son las peores cosas que se han hecho para que esto se haya producido.

Por pequeñísima experiencia personal y por los medios de comunicación son, a saber: gente sin mascarilla (posibles vectores de contagio si han enfermado y aún no lo saben); mascarillas imposibles de conseguir (ayer en la farmacia varios carteles bien grandes: no hay mascarillas, ni del seguro ni de pago), excepto las caseras que cada uno ha tenido a bien fabricarse; mucha gente de distintas edades al mismo tiempo en lugares de confluencia (plazas, vías importantes de la ciudad, parques, paseos marítimos...); inconsciencia e insolidaridad, fundamentalmente por aquellos que se creen inmunes y a salvo; falta de criterios sólidos para cerrar el grifo ante el más mínimo asomo de vuelta atrás...

En fin, que llevamos casi dos meses haciendo un sacrificio enorme y que ahora que vamos a salir no lo haremos porque el virus ya NO esté. El virus está y lo que está también ahora (a diferencia del momento del decreto del estado de alarma) son las camas de UCI, los hospitales de campaña a punto de ser reabiertos y la organización por sectores en las urgencias.
Si recordamos eso; si recordamos que la razón del avance en la desescalada no es el fin del peligro, sino el reforzamiento de las medidas de atención sanitarias, quizá nos pensemos dos veces qué cosas sí y qué cosas no debemos retomar.

Y mientras, bendita lluvia y bendito fresco primaveral.
La naturaleza, que no nos guarda rencor.

Vídeo: llovizna en mi calle. Ahora mismo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En lo alto, un ángel.  Mi padre le había hecho un agujero al portal de

Un solo, y completo, deseo

Viajamos en una nave que completa hoy su trayecto alrededor del sol, cerrando así un ciclo de vida. Cuando lleguen las doce y las campanadas den fe del cambio de año, entre los gestos rituales de las uvas, el cava y las sonrisas, hemos de sacar unos segundos para pedir deseos para nosotros y para aquellos que apreciamos y que pueblan nuestro mundo.  Es difícil elegir algo de entre todo lo que nos falta o de entre todo lo que se tiene y se quiere conservar. Solemos resumirlo precipitadamente en salud y que el año que se inicia sea mejor que el anterior. Algunos se aventuran a pedir que se cumpla un sueño que llevan largo tiempo acariciando. Los más conformistas piden quedarse como están. Los perezosos hacen suyos los deseos comunes y piden paz y alegría en el mundo, como si eso no dependiera de que se cumplan miles de anhelos previos. Hay quien esconde deseos, demasiado arriesgados para nombrarlos, y espera que se cumplan mágicamente solo por no decirlos en voz alta. Esperan que este qu

Echar agua en una canasta

Las frases hechas son un patrimonio del lenguaje. Pequeños tesoros que dejamos caer en nuestra conversación para que el buen entendedor los recoja. Las usamos y hacemos que nuestro discurso se llene de imágenes, de metáforas, de poesía... por muy árido que sea el tema o muy cotidiano el contexto. La frase que titula esta entrada es una joya. Aunque nunca se haya oído antes, cuando la decimos, nuestro interlocutor -a menos que sea un lerdo total- puede captar no solo qué queremos decir sino cómo nos sentimos para tener que decirlo. Sabrá que nuestro empeño nos parece vano, que nuestros esfuerzos nos parecen inútiles. Sabrá que estamos cansados, hastiados, rendidos, hartos, derrotados... Una joya del lenguaje con un sentido duro, doloroso. Cerramos los ojos y vemos al hombre -o a la mujer-  cuyo destino es llenar esa canasta. Echar agua y agua y agua aunque sabe que se cuela entre los mimbres y de ella no queda mas que la humedad que podrá pudrirla, pero nunca llenarla. En