La naturaleza ha decidido echarnos una mano y ha dado un pasito atrás en esta primavera-verano que teníamos encima.
Hoy ha amanecido lloviendo y la temperatura ha bajado considerablemente. Parece que vamos a entrar así en la próxima semana y será el clima generalizado en casi toda la península.
Menos mal: el descerebramiento que habíamos ido observando en la gente (ya sé que otros muchos son cumplidores a rajatabla, no es esto algo que se dude) estaba llevándonos a ciertos repuntes (tímidos, pero ahí están) que ha hecho imposible que algunas comunidades o provincias pasen a la famosa fase 1, donde se abriría algo más la mano.
Las quejas no han tardado en oírse: que si hay razones políticas, que si pagan justos por pecadores, que si quién pone los marcadores... En fin, quejas fruto del aburrimiento, de la desesperación económica o, por supuesto también, del quéproponesquemeopongo, aspecto este muy de nuestra idiosincracia.
La mayor parte de Cataluña se ha quedado en fase cero, así como la provincia de Málaga —y mi pueblo con ella—.
A despecho de las voces, tranquilas o furibundas, que se han echado las manos a la cabeza porque ya se veían sacando algo más la patita, el análisis —tristísimo y preocupante— que hay que hacer es por qué siguen aumentando los contagiados cuando ya deberían ir para atrás, y cuáles son las peores cosas que se han hecho para que esto se haya producido.
Por pequeñísima experiencia personal y por los medios de comunicación son, a saber: gente sin mascarilla (posibles vectores de contagio si han enfermado y aún no lo saben); mascarillas imposibles de conseguir (ayer en la farmacia varios carteles bien grandes: no hay mascarillas, ni del seguro ni de pago), excepto las caseras que cada uno ha tenido a bien fabricarse; mucha gente de distintas edades al mismo tiempo en lugares de confluencia (plazas, vías importantes de la ciudad, parques, paseos marítimos...); inconsciencia e insolidaridad, fundamentalmente por aquellos que se creen inmunes y a salvo; falta de criterios sólidos para cerrar el grifo ante el más mínimo asomo de vuelta atrás...
En fin, que llevamos casi dos meses haciendo un sacrificio enorme y que ahora que vamos a salir no lo haremos porque el virus ya NO esté. El virus está y lo que está también ahora (a diferencia del momento del decreto del estado de alarma) son las camas de UCI, los hospitales de campaña a punto de ser reabiertos y la organización por sectores en las urgencias.
Si recordamos eso; si recordamos que la razón del avance en la desescalada no es el fin del peligro, sino el reforzamiento de las medidas de atención sanitarias, quizá nos pensemos dos veces qué cosas sí y qué cosas no debemos retomar.
Y mientras, bendita lluvia y bendito fresco primaveral.
La naturaleza, que no nos guarda rencor.
Vídeo: llovizna en mi calle. Ahora mismo.
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