Ha muerto Juan Genovés esta madrugada.
Para los amantes del arte será alguien muy conocido por su trayectoria y sus valoradas obras.
Pero para una gran mayoría, quizá no interesados ni entendidos en arte, solo —y nada menos— será recordado por su obra El abrazo —expuesta actualmente en el Reina Sofía e inspiradora de la escultura del mismo título instalada en la plaza de Antón Martín, de Madrid—, símbolo de concordia y reconciliación.
Más actual que nunca está hoy esta obra de arte y, tristemente, por su imposibilidad en una doble vertiente.
Por un lado, su imposibilidad física, debido al distanciamiento entre personas que parece ser la única arma contra este virus asesino que nos ha dado la vuelta a la vida.
Y por otro, su imposibilidad social porque vivimos tiempos de alejamiento de posturas, de radicalizaciones partidistas y de enrocamiento en posiciones de las que se espera sacar rédito político.
Atrás quedaron los tiempos de los acercamientos, de las concesiones, de la búsqueda y valoración de los puntos en común frente a graves problemas y situaciones de desespero y crisis.
Hoy se lleva el discurso navajero, la puñalada social y quedarse tuerto con tal de dejar ciego al otro, si ello fuera posible. Y los de abajo, como siempre, lo pagamos.
Por eso, miremos atentamente esa imagen.
Deseemos fervientemente —nos enseñaron de niños que solo hay que pedir con fe infinita y avanzaremos hacia nuestros deseos— vernos de nuevo en una escena como esa: física y metafóricamente y acallemos así por un instante el pesimismo y el dolor.
Fotografía: El abrazo. Juan Genovés. Museo Reina Sofía.
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