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Aquella  mañana se concentraron los quintos en la plaza.

Como cada año, el acontecimiento llevaba a familia, amigos y vecinos a no perderse el momento. 

Pocas cosas había que rompieran tanto la rutina en un pequeño pueblo en los años cuarenta como el ver arrancar la camioneta llena de los mocitos que iban a cumplir el servicio militar (y a descubrir el mundo más allá del horizonte de olivares).

Antonio -pinturero, echao palante, seguro de sí mismo- apoyó su mano en el cajón  y, de un salto, se subió con sus compañeros.

Sabía que tenía público, especialmente femenino. Algunas novias ya del pasado y otras que esperaban serlo en el futuro.

En una esquina, aún con calcetines y apenas catorce años, una niña morena le vio saltar y despedirse con media sonrisa de las que por él suspiraban. Y pensó con ese me voy a casar.

No tenemos fotografía de aquel momento, pero sí del día en que Aurora cumplió su sueño: 30 de abril de 1960. 

Juntos están ya para siempre.

 

Comentarios

  1. Parece la escena de una película.♥️♥️

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  2. Magnífica narración. La autora ha sabido convinar artísticamente la nostalgia, la ternura y el amor de hija en sus dosis justas. Ha logrado conmoverme.

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