Los nuestros, el camino que utilizamos para venir a la vida, con su carácter, sus ilusiones y sus hechos abren una vereda a la que nos incorporamos un día, sin ser preguntados.
Tenemos de ellos bueno y malo. Sus ojos, su pelo, la manera de caminar, un gesto cuando estamos descuidados, un instante de ira, un mal responder, la sensibilidad, la simpatía, la desidia o el empuje, el optimismo, la forma de ver el mundo, el conformismo, la rebeldía, la sonrisa...
Revoloteamos a su alrededor en la infancia; huimos despavoridos en la adolescencia; volvemos poquito a poco en la madurez; les perdonamos; les pedimos perdón; los entendemos...
Nos van abandonando. A veces, cuando les toca; a veces, cuando aún no era su hora.
Les lloramos y seguimos con coraje mientras somos jóvenes. Pero a medida que pasan los años, cada pérdida es una congoja mayor. Nos van haciendo huérfanos, en el sentido más amplio de la palabra: nos dejan a la intemperie en un mundo cada vez más raro y más impredecible. Se llevan con ellos trocitos de nuestra infancia; recuerdos de los que nosotros no tenemos la llave; palabras que nos dijeron; consejos que nos brindaron; abrazos que nos dieron; besos que no llegaron.
Los buscamos en los álbumes y nos sorprende verlos tan jóvenes, tan llenos de vida, con las ilusiones intactas y la salud rotunda. Mirando al objetivo con seguridad o con timidez o con sorpresa, pero vivos, atentos y esperanzados.
Son ellos y son nosotros. Cada uno y todos, imprescindibles para ser lo que fuimos y lo que somos.
A punto de acabar un año duro que ha puesto a prueba nuestra paciencia y nuestra confianza en el futuro, toca agradecerles lo que nos dieron, añorarlos, llorarles un poquito, pedirles consejos que, de alguna manera, harán llegar a nuestros corazones y desear que, cuando solo seamos instantes en un álbum, alguien nos recuerde con la misma ternura y la misma gratitud.
Vídeo: Fotografías familiares.
Abandonados.
ResponderEliminarA veces creemos que son nosotros y tardamos en reconocer que no lo son, no.
Son ellos y no lo queremos aceptar.
Aparecen en todas partes si.
Aparecen para no estar.
Para sazonar nuestras mejillas y ya.
Aparecen cada vez más lejos para al final abandonarnos.