Está Ana Mari al aparato intentando contestar a tantos parabienes, buenos deseos y felicitaciones. Que hoy es su santo.
Mientras ella agradece, yo pienso en los que ya no pueden felicitarla. En tantas bocas que pronunciaron su nombre con agrado y cariño; en tantas voces que le susurraron, le regañaron, le cantaron, la consolaron, le dieron ánimo; en tantas ausencias que llenan el espacio incluso más de lo que lo llenó su presencia.
Ella sigue a lo suyo: "gracias, gracias, qué bueno que te acordaste de mí" y yo siento que es mejor dejarla en ese limbo de gratitud que recordarle cuántas llamadas no llegarán.
Feliz santo, Ana Mari, Anita, Ana, Ana María, Anamarisilla, Aniuska, Ani, Anamore... y de cuantas más maneras te hayan nombrado. Rebusca en tu corazón, que ahí están todas las felicitaciones que faltan.
Fotografía: Ana Mari con tan solo dos años.
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