Ir al contenido principal

La alegría del reencuentro


Anoche, como otras veces desde hace ya unos años, nos reunimos un grupo de amigos que habíamos cursado juntos la EGB.

Con algunos de ellos comentamos qué ha hecho que lo que comenzó como algo puntual, del que no sabríamos el recorrido que tendría, se haya convertido en una cita que esperamos con expectación.

Conocemos otros casos de reencuentros de exalumnos, pero todos ellos han quedado en una o dos citas y el entusiasmo inicial se ha diluido como un azucarillo.

No sabemos las razones que nos impulsan a nosotros a querer seguir viéndonos; no sabemos por qué reímos y charlamos con naturalidad; por qué, a pesar de nuestras historias y caminos tan diferentes, hallamos placer en vernos, en abrazarnos, en recordar el pasado y en ponernos al día de nuestros presentes...

No es la afinidad, porque somos un grupo heterogéneo en ideas, situación personal y vida recorrida; no es la recuperación de íntimos amigos, porque con algunos teníamos poco trato en aquel entonces y su imagen incluso se nos desdibuja; no es haber recuperado la imagen intacta de quienes éramos porque, curiosamente, hay muchos giros de guion en lo que nos hemos convertido: el callado y taciturno es ahora el alma de la fiesta, el prudente y casi invisible lleva ahora la voz cantante, el aniñado es el más maduro, el lanzado se ha convertido en sensato y reflexivo...

¿Qué es, entonces?

No hay una respuesta; quizá haya tantas como personas somos en este grupo. Quizá es saber por fin que el pasado es alegría cuando se recupera entre amigos; quizá es haber descubierto que la nostalgia puede transformarse en un arma positiva cuando se encara la recta final; quizá es que nos queremos más de lo que creíamos y que hemos aparecido al otro lado de un túnel en el que, con sorpresa, nos hemos reconocido entre los restos del naufragio que es la vida.

Sea lo que fuere, aquí estamos, felices, niños aún, tocados por la gracia de la amistad y orgullosos de sabernos especiales los unos para los otros.

Y que dure.

Imagen: nuestro especial photocall de anoche, preparado para inmortalizarnos.


Comentarios

  1. Ana sigo sin palabras,nostalgia amistad ilusión,cariño y etc....son los encuentros y nadie como tú los describe.Gracias

    ResponderEliminar
  2. Me parece estupendo. Ya quisiera yo tener un encuentro con mis compañeros de E.G.B

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Volver sin poder volver

Y te haces los kilómetros sabiendo que vuelves sin volver. Porque no se puede volver al abrazo de una abuela, a un cine de verano, a los bancos del paseo donde se cruzan las primeras miradas de deseo, a bañarte en una alberca, a oír los campanillos de los mulos. No se puede volver a las calles empedradas, a las noches en el zaguán, a que manos queridas te monden las pipas, a retreparte en una silla de enea, a la feria con amigas, a la tienda de Silvestre. No se puede volver a llenar un cántaro, a guardar sitio en las pilas, a sentarse en un tranquillo a ver pasar la vida, a que te pregunten de quién eres. No se puede volver a esperar la alsina de Málaga, a ver los carteles del cine de Pavón, a comprar magnesia en un cartuchito, a subir a la carretera a ver cómo anochece. No se puede volver a la Galaxy, a comer pimientos en los Vaqueros, a encargar un jersey en las Arjonas, a aguantar las miradas subiendo frente al Estrecho. No se puede volver a escuchar los chascarrillos de tu abuelo, ...