Ir al contenido principal

Por todos. Entre los Santos y los Difuntos


Por todos los que no están y que queremos tanto.

Por los que esperan el reencuentro y les hablan cada día con la fe ciega de que son escuchados y sus ruegos atendidos.

Por los que saben que el reencuentro solo está en su corazón y su cabeza y que sucede cada día de su vida en el que los recuerdan.

Por los que fueron santos y bellos y por ello nos vienen las lágrimas a los ojos y el pellizco al corazón.

Por los que no fueron ni tan santos ni tan bellos y por ello, también, nos vienen las lágrimas a los ojos y el pellizco al corazón.

Por todas las historias nuestras que se llevaron con ellos y por todas las suyas con las que nos quedamos.

Por las fotografías que los muestran jóvenes, ilusionados y con todos los caminos por recorrer.

Por ese momento mágico en el que creemos oírlos pronunciar nuestro nombre y creemos, al doblar una esquina, haber visto su pelo o su silueta.

Por quien los llora hayan pasado los años que hayan pasado.

Por quien los olvidó y, así, les dio muerte de nuevo.

Por las oraciones que se elevan al cielo.

Por las maldiciones que se elevan al cielo.

Por la lucidez de nuestra memoria que escarba en lo más luminoso y echa tierra en lo turbio.

Por ellos y por nosotros. Por los ausentes y los presentes. Por los que viven entre el presente y el pasado. Por los que solo tienen futuro.

Y sobre todo, ¿ya lo dije?, por todos los que no están y que queremos tanto.

Imagen: Sacada del facebook. Podrían ser cualquiera de los nuestros.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va...

" Dime, Niño, de quién eres   todo vestido de blanco.  Soy de la Virgen María  y del Espíritu Santo.  Resuenen con alegría  los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena.  La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va.  Y nosotros nos iremos,  y no volveremos más.  Dime Niño de quién eres y si te llamas Jesús.  Soy de amor en el pesebre  y sufrimiento en la Cruz.  Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra  y viva el Niño de Dios  que ha nacido en Nochebuena". Poníamos boca abajo el cajón en el que nos había llegado la matanza del pueblo y lo arrimábamos a la pared. Colocábamos con chinchetas en la pared un papel azul oscuro con estrellas, una de ellas con cola brillante. Echábamos viruta marrón, viruta verde... Poníamos un río y un laguito con papel de plata. En un esquina, el pesebre con la mula, el buey, San José, la Virgen y el Niño. En ...

Crónica de la excepción. Día 70

Ayer, 20 de mayo, James Stewart hubiera cumplido años. Nuestra infancia y juventud lo tuvo siempre presente.  En una época en la cual solo había una televisión y los barrios estaban llenos de cines de reestreno y programa doble, no era difícil encontrarse con sus gestos dubitativos y su peculiar voz (cosas del doblaje) casi cada semana.  Sus películas se reponían —alguna, como Qué bello es vivir , era un clásico navideño— y nos era tan cercano como los compatriotas que llenaban las novelas de media tarde o los Estudio 1. Pero esta entrada va de una pequeñísima parte de lo acontecido en su vida y que tiene que ver con otro grande del cine norteamericano, Henry Fonda. Ambos eran amigos, en ese grado en el cual la amistad pasa a ser casi un lazo de sangre. Eso, a pesar de las grandes diferencias que había entre ambos. La mayor de todas, quizá, sus tendencias políticas. Fonda era de izquierdas y Stewart, muy conservador. Su vida discurría paralela hasta que,...

Deseos de fin de año

En esta tesitura del fin de año, todos nos tomamos un tiempo para pedir deseos -para nosotros y para aquellos a quienes queremos- y las listas, sorprendentemente, son coincidentes y contienen tres o cuatro cosas en las que nos ponemos de acuerdo, como por arte de magia, después de todo un año de desencuentros públicos o privados. Mis deseos para el dos mil veinticinco son sencillos y se resumen en tener, ni más ni menos, lo que tenía en esa fotografía tomada una soleada mañana en la galería de mi casa de Miguel Romeu. Y que era, a saber: La salud despreocupada de quien tiene un cuerpo que funciona cada día sin mandar señales. La alegría genuina y el entusiasmo ante lo venidero sin el velo sucio que le ponen las consideraciones negativas. La pasión frente a lo que se hace en cada instante, sin rumiar sobre el momento que pasó o sobre el venidero. La certeza de ser querida porque sí, sin condiciones, porque a eso se viene al mundo. La conformidad con los días y sus afanes y la capacidad ...