Por todos los que no están y que queremos tanto.
Por los que esperan el reencuentro y les hablan cada día con la fe ciega de que son escuchados y sus ruegos atendidos.
Por los que saben que el reencuentro solo está en su corazón y su cabeza y que sucede cada día de su vida en el que los recuerdan.
Por los que fueron santos y bellos y por ello nos vienen las lágrimas a los ojos y el pellizco al corazón.
Por los que no fueron ni tan santos ni tan bellos y por ello, también, nos vienen las lágrimas a los ojos y el pellizco al corazón.
Por todas las historias nuestras que se llevaron con ellos y por todas las suyas con las que nos quedamos.
Por las fotografías que los muestran jóvenes, ilusionados y con todos los caminos por recorrer.
Por ese momento mágico en el que creemos oírlos pronunciar nuestro nombre y creemos, al doblar una esquina, haber visto su pelo o su silueta.
Por quien los llora hayan pasado los años que hayan pasado.
Por quien los olvidó y, así, les dio muerte de nuevo.
Por las oraciones que se elevan al cielo.
Por las maldiciones que se elevan al cielo.
Por la lucidez de nuestra memoria que escarba en lo más luminoso y echa tierra en lo turbio.
Por ellos y por nosotros. Por los ausentes y los presentes. Por los que viven entre el presente y el pasado. Por los que solo tienen futuro.
Y sobre todo, ¿ya lo dije?, por todos los que no están y que queremos tanto.
Imagen: Sacada del facebook. Podrían ser cualquiera de los nuestros.
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