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Feliz cumpleaños, Germán.

Hay títulos que se consiguen por uno mismo. No se necesita a nadie más: son tuyos y nada más que tuyos.

Y luego hay otros que no pueden obtenerse en solitario. Como los que nos otorgamos mutuamente nosotros, madre e hijo, el mismo día y a la misma hora.

Te los dan sin formación previa, sin años de estudio ni presentación de méritos. Como si de la nada tuvieras que volar un avión o hacer una operación a corazón abierto, te encuentras un ser diminuto y frágil entre los brazos a quien debes acompañar, primero por caminos fáciles y luego -ay- por sendas peligrosas, todos los días de tu vida.

 

Te equivocas, tropiezas, disfrutas, lloras, reconduces, esperas, aprendes, te arrepientes, te felicitas... 

Y llevas tu título con la esperanza de que quien sostiene el otro extremo, cuando haga balance el día final, se alegre de haber sido tú y nadie más que tú quien se graduó con él al alimón.

Felices treintaiuno, Germán.

Imágenes: Primer cumpleaños, el 5 de mayo de 1994, y un año después, en primavera.

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