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Frutos del azar

 

Todos somos fruto del azar.

Estamos aquí por un capricho del destino que caracoleó a nuestro favor como pudo hacerlo en nuestra contra.

Yo misma, tal como me conocéis, no estaría escribiendo esto, con estos ojos, con estas manos, con esta historia, si no hubiera sido porque un malogrado primer embarazo de mi mamá dio al traste con un bebé que hubiera nacido en febrero o marzo. Mayo no hubiera podido ser, de modo alguno, el mes en el que abrí los ojos al mundo. Si otra u otro hubiera venido más tarde, ya no sería esta Ana Mari.

Así, admitamos como algo irrefutable que tanto estamos como pudimos no estar y que todo aquello a lo que nos aferramos como cierto y rotundo: que somos así o asá, que somos de aquí o de allá, que nos criaron los mejores o los peores, que estábamos destinados a este único e inapelable aterrizaje... todo es una casualidad, o un cúmulo de ellas, un universo personal que pudo haber sido otro, una historia que, en el colmo de las paradojas, podría ni siquiera haberlo sido.

Cuando seamos conscientes plenamente de lo que esto significa podremos agradecer lo que tenemos con el asombro que producen los imprevistos, los azares, las carambolas, la fortuna, la suerte.

Y aceptar, cómo no, que seremos, al volver de este viaje con billete de vuelta, tan nada o tan todo como lo fuimos antes de iniciarlo.

Me felicito, pues, a mí misma y a la oportunidad de este tránsito que ya va por los...

Imagen: yo, en el moisés que tan cuidadosamente prepararon para mi llegada.

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